Conozco a Jaime Cosgaya, autor de este libro, y sabía que iba a merecer la pena leerlo. Ha salido de su tesis doctoral, centrada en los aspectos políticos de la figura de Fontán. Con ello completa el perfil humano que se reflejó muy bien en una colección de cartas, insuperable para apreciar su figura. El otro ámbito importante es su faceta de profesor e investigador del mundo clásico, que se describe bien aquí, pero más compendiadamente: ahora lo que me gustaría es un estudio sobre él con sus contemporáneos clasicistas, una historia de los estudios clásicos en España en los dos primeros tercios del siglo XX.
El libro se basa en materiales de primera mano: el archivo personal de Fontán y conversaciones directas con él, junto a muchos otros materiales secundarios. Es muy interesante todo, aunque hay aspectos que es imposible historiar, por ejemplo las razones más de fondo de la evolución de Fontán desde un humanismo cristiano tradicionalista inicial (por definirlo de algún modo) al liberalismo en el que acabó. Aquí se dan razones, pero me imagino que es imposible explicar con todo detalle por qué evoluciona una persona en una determinada dirección. A veces parece que es el mundo el que va cambiando y él con él. Se le ve afín a personas concretas, pero tampoco eso explica todo: primero fue muy cercano a Calvo Serer, pero al final no. Monárquico lo fue siempre, eso sí.
La lectura del libro al final me dejó un poco tristón: ese "Centro" político en el que tuvo su mayor protagonismo al principio de la Transición se hundió pronto, por culpa de la propia indefinición ideológica de los que lo formaban, algo de lo que él era agudamente consciente. Ahí sigue la mayor parte de la España actual, sin saber a dónde va, mientras un trilero la lleva por donde a él le conviene: muy melancólico todo, ya digo.
Fontán fue un hombre de consensos, de unir, con el riesgo de caer en que el mínimo de acuerdo al que llegaban fuese demasiado pequeño. Se le podría acusar de ingenuo optimista y ahí estaría quizá un retrato de lo mejor de él. Luego tiene cosas como la de apuntalar el Senado que mejor que no las hubiera logrado, la verdad. Como ministro, estuvo en el hacerse del Estado de las Autonomías, ese tenderete que se está hundiendo ante nuestros ojos y que nos ha salido tan caro.
Es otro ejemplo de la libertad de las personas del Opus Dei en lo político: Fontán, con todos sus aciertos personales y errores, destaca por su espíritu de servicio al bien común, por dejarse la piel en el esfuerzo. No coincido ahora mucho con lo qué él defendía, pero al menos este libro me ha ayudado a pensar sobre todas estas cosas.
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