Señal de vida interior , del 10.02.1963, es una meditación* de san Josemaría en la que, partiendo de algo natural, el "prejuicio profesional" que lleva por ejemplo al sastre a fijarse sin querer en cómo viste la gente, anima a tener el "prejuicio psicológico de pensar siempre en los demás". Ahí añade un testimonio personal tremendo:
Después de mi muerte, podéis romper el silencio que vengo guardando desde hace tanto tiempo, y gritar, gritar. He tenido que callar por años y años. Entre mis papeles encontraréis muchas exhortaciones a la prudencia, al silencio, a vencer las dificultades con la oración y la mortificación, con la humildad, con el trabajo y los hechos, y no sólo con la lengua. Había una cosa que me impedía hablar, que me llevaba a callar, y que tiene relación con todo el preámbulo que he venido haciendo. Yo tenía —no es cosa mía, es gracia de Dios Nuestro Señor— la psicología del que no se encuentra nunca solo, ni humana ni sobrenaturalmente solo. Tenía un gran compromiso divino y humano. Y quisiera que vosotros participaseis también de este gran compromiso que persiste y persistirá siempre.
No me he encontrado nunca solo. Esto me ha hecho callar ante cosas objetivamente intolerables: ¡hubiera podido producir un buen escándalo! Era muy fácil, muy fácil... Pero no, he preferido callar, he preferido ser yo personalmente el escándalo, porque pensaba en los demás.
*Está en En diálogo con el Señor. Textos de la predicación oral, ed. L. Cano y F. Castells, Madrid, Rialp, 2017, 185.
Muchas gracias. Y qué maravillosamente titulada la entrada
ResponderEliminar