jueves, 19 de noviembre de 2020

Falabarato

Estuve dando una sesión en el Programa de Doctorado que compartimos con Salamanca y Valladolid. En mejores momentos habría ido a Valladolid, pero ahora me tocó hablar en vídeo desde mi habitación: eche o que te hai, se dice aquí, que traducido es: con estos bueyes hay que arar. 

Era un Seminario, así que me puse a hablar, con gran desfachatez, de mi investigación, muy dispersa, en Tradición Clásica. Para justificar esa dispersión, cité esto de Pavel Florenski*: 

¿Qué he hecho toda mi vida? Indagar el mundo como un todo, como un solo cuadro y una sola realidad, pero en cada momento dado o, mejor dicho, en cada etapa de mi vida, desde un punto de vista determinado. Examinaba las relaciones del mundo seccionándolo en una dirección particular, en un plano particular, y trataba de comprender la estructura del mundo a partir de la característica que me ocupaba en esa etapa de mi vida. Los planos cambiaban, pero en lugar de anularse, se enriquecían mutuamente, pues el cambio favorecía una continua dialéctica del pensamiento (el cambio de los planes en examen, mientras al mismo tiempo veía el mundo como un todo). 

La gracia es que Florenski fue filósofo, historiador del arte, matemático, teólogo, ingeniero electrónico, archivero, geólogo, inventor, lingüista. Yo solamente podía mostrarme picoteando por las humanidades.

*Carta a su hijo Kirill, en Cartas de la prisión y de los campos, Pamplona: Eunsa, 2020: 286-7.

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