jueves, 4 de junio de 2020

El mundo con olor de Dios

Sigo trabajando con la edición que vamos a sacar de una obra de fray Lorenzo de Zamora. A veces hay pasajes que tengo que ponerlos aquí, porque son preciosos, por ejemplo este sobre por qué son admirables los gusanos:
Dando la causa desto la Esposa en aquellas regaladas bucólicas* que con el esposo tiene, dice que su nombre es ungüento derramado: Oleum effusum nomen tuum. Es el nombre de Dios aceite esparcido por todas las cosas criadas, porque, si se considera, no se hallará ninguna, por más mínima y de poca importancia que sea, en quien como dice santo Tomás, no esté la huella de Dios, no esté un oler a un común Padre y criador del mundo. Antes que Dios criara los orbes celestiales, era su nombre como ungüento atesorado en la bujeta** de su divina esencia, Él solo se conocía a sí mismo, Él solo se entendía y sabía lo que era; pero después que crió el mundo y derramó su nombre por todas sus partes, todas ellas huelen a Dios, todas publican su excelencia, todas manifiestan de tal suerte la verdad de su criador, Ut nemo possit esse tam caecus ut non videat ingerentem sese oculis divinam claritatem, que no hay hombre tan ciego, dice Firmiano, que no vea su luz, pues ella misma se le está entrando por los ojos. Finalmente, derramó Dios su nombre de tal suerte que hasta en los más pequeños gusanitos parece que quiso retratarse, para que mirándolos en ellos conozcamos la excelencia y soberanía de su autor. 

*Cantar de los Cantares 1,3. 
**bujeta: frasco de perfumes.

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