martes, 24 de marzo de 2020

Fray Lorenzo de Zamora: Osculetur me

Estamos haciendo una edición de Monarquía mística, un larguísimo libro de fray Lorenzo de Zamora, un monje cisterciense de santa María de la Huerta en Soria, a caballo entre el XVI y el XVII. La verdad es que escribe de maravilla y a veces te encuentras párrafos como este, en el que se dirige a la Esposa del Cantar de los Cantares a propósito de ese "Béseme con besos de su boca" (I f, 306-7):
Pero preguntara yo más a la Esposa, ¿qué es lo que pide al Esposo? ¿qué quiere decir en estas palabras tan tiernas y tan regaladas? ¿No pidiera sus manos para besarlas, reconociendo la majestad de su señorío? ¿No se contentara con adorar aquellos divinos pies con la Magdalena, sino que busque la boca? Ya que eso buscaba, no dijera mejor: ¡Oh si yo juntase mi boca con la tuya! ¡Oh si yo le besase!, como decía en otra parte, y no Osculetur me, "Junte su boca con la mía". Misterio particular por cierto y tal que pedía aquel espíritu que debajo de estos jeroglíficos le dejó encerrado. Pero en el sayagués de nuestra aldea diré lo que supiere sacándolo de las cosas a cuya frase acomoda el célebre espíritu la suya: Osculetur me osculo oris sui. La boca, dice Lucio Apuleyo, Est ianua orationis, cogitationum comitium, vestibulum animi, es la puerta por donde el alma comunica su sentimiento y su deseo y es el puerto donde la carabela de la lengua, que en el corazón hizo el flete cargada de las nuevas que en él pasan, toma tierra; es finalmente la lonja donde el alma negocia y trata, y como el amor es nudo con que dos corazones se juntan y se enlazan, como no pueden comunicarse más cerca, salen a las bocas las almas de los enamorados (digámoslo así), allí se dan paz, se saludan, se vuelven las palabras de la boca y la una quiere penetrar al asiento de la otra. Con un espíritu respiran, con un aliento viven, allí parece que se truecan las ánimas y cada una, como dijo Platón, está donde ama. Pues conforme a esto, lo que la Esposa pide es el fin de sus amores: que junte Dios su boca con la suya, que le de aquel beso de paz que para siempre dura, que junte su boca con la suya para que viva ella con el aliento que Dios vive, que la haga participante (quiero decir) de aquella vida que tan libre está de muerte, que la endiose y vista con la visión beatífica de su vida, para que viva Dios en ella y ella viva para siempre con su Esposo. Que junte su boca con la suya para que beba aquellas aguas de su boca que solas bastan para satisfacer / [306] la sed de sus amores.

2 comentarios:

  1. Curioso lo del "sayagués", y me han encantado las imágenes de la carabela y la lonja; muy originales (sean suyas o de otro). ¿El Lucio Apuleyo ese es el mismo que escribió la cochinada esa del Asno de oro?

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