Después del Trecento de Siena, pasabas al florentino. Allí entraban los chinos como si lo regalaran.
Se amontonaban ante la Maestà de Giotto, así que yo me fui a la también enorme Maestà de Duccio:
Yo llevo días pensando cómo hablar de esto, y espero que no penséis que puedo orientaros, como un Gombrich cualquiera, por el centro de la historia del arte así como así. Sólo se me ocurre la línea biográfica, bien triste, es decir lo que sentí al verlo: la Majestad de Duccio es un cuadro enorme, está lleno de solemnidad y es un cuadro religioso en el mejor sentido de la palabra, porque logra transmitir la imagen de la santidad sin adulterarla. Además, introduce la perspectiva y el movimiento en la posición de las figuras. Y no creo que lo hiciera por ver qué hacía de nuevo, sino para ayudar a la expresión de lo que está pintando:
Así lo veía yo, impresionado, desde abajo:
Se ve la marca de los tableros unidos, la forma de los pliegues del manto, los colores:
De allí me moví a un lado, porque seguían entrando millones de chinos y allí estaba el Políptico de Badía de Giotto. Yo no necesitaba que me ponderasen a esas alturas a Giotto, pero me impresionó poder verlo de tan cerca. Decía en la cartel que es uno de los primeros ejemplares de políptico (literalmente, con muchos pliegues, a partir de la idea del díptico (=de dos) que se recogía en uno, pero aquí con varios) y también decía que es como un pórtico desde donde se nos presentan los santos y la Virgen con el Niño en el centro:
La Virgen es discreta y nos mira con intensidad, aunque el Niño reclama su atención:
Esa sonrisa discreta de la Virgen y la cara simpática del Niño:
Las manos cogidas:
El juego de las dos manos:
Pero mirad qué mirada:
Aquí, san Nicolás:
San Juan Evangelista:
San Benito:
Armándome de valor, me metí a base de codo delante de la Maestà de Giotto:
Se ve el espacio, la profundidad:
Aquí en los laterales del trono:
Los ángeles con las flores en un jarro:
Sí que era una Majestad, era impresionante:
Se amontonaban ante la Maestà de Giotto, así que yo me fui a la también enorme Maestà de Duccio:
Yo llevo días pensando cómo hablar de esto, y espero que no penséis que puedo orientaros, como un Gombrich cualquiera, por el centro de la historia del arte así como así. Sólo se me ocurre la línea biográfica, bien triste, es decir lo que sentí al verlo: la Majestad de Duccio es un cuadro enorme, está lleno de solemnidad y es un cuadro religioso en el mejor sentido de la palabra, porque logra transmitir la imagen de la santidad sin adulterarla. Además, introduce la perspectiva y el movimiento en la posición de las figuras. Y no creo que lo hiciera por ver qué hacía de nuevo, sino para ayudar a la expresión de lo que está pintando:
Así lo veía yo, impresionado, desde abajo:
Se ve la marca de los tableros unidos, la forma de los pliegues del manto, los colores:
De allí me moví a un lado, porque seguían entrando millones de chinos y allí estaba el Políptico de Badía de Giotto. Yo no necesitaba que me ponderasen a esas alturas a Giotto, pero me impresionó poder verlo de tan cerca. Decía en la cartel que es uno de los primeros ejemplares de políptico (literalmente, con muchos pliegues, a partir de la idea del díptico (=de dos) que se recogía en uno, pero aquí con varios) y también decía que es como un pórtico desde donde se nos presentan los santos y la Virgen con el Niño en el centro:
La Virgen es discreta y nos mira con intensidad, aunque el Niño reclama su atención:
Esa sonrisa discreta de la Virgen y la cara simpática del Niño:
Las manos cogidas:
El juego de las dos manos:
Pero mirad qué mirada:
Aquí, san Nicolás:
San Juan Evangelista:
San Benito:
Armándome de valor, me metí a base de codo delante de la Maestà de Giotto:
Se ve el espacio, la profundidad:
Aquí en los laterales del trono:
Los ángeles con las flores en un jarro:
Sí que era una Majestad, era impresionante:
No hay comentarios:
Publicar un comentario