Los estudios clásicos y las guerras culturales

Me he leído un libro de Eric Adler: Classics, the Culture Wars and Beyond (Ann Arbor: University of Michigan Press, 2016). Ha sido tremendamente ilustrativo. Comienza con la historia de las universidades en Estados Unidos, desde sus orígenes centrados en el estudio de los clásicos, cuando lo que hacían era leer textos griegos y latinos y ya está. El proceso posterior es conocido: se va reduciendo su ámbito por medio de la ampliación de la oferta básicamente, hasta que se llega a un dato (p. 185) impresionante: en 1994 se licenciaron en clásicas 600 alumnos en USA, de un total de un millón de licenciados ese año.
Entre medias hubo intentos como el de los Grandes Libros, cuyo único problema era ser de hecho una claudicación, en cierto modo, de los clásicos, en la medida en que se trataba de leer obras en traducción y no sólo del mundo clásico.
En el libro se centra en las grandes polémicas de finales del siglo XX, básicamente en torno a un editorial del American Journal of Philology, percibido por ciertos lobbys como una crítica a los vientos modernos (por ejemplo feministas o postmodernos) y en realidad, como explica bien, un problema de financiación de un departamento universitario, reducido literalmente a cuatro amigos, a los que les había caído el marrón de editar esa benemérita revista, con muy pocas gratificaciones.
El siguiente gran escándalo es el de la publicación de Black Athena y el último, el de la polémicas en torno a Victor David Hanson. Muy interesante.
Os resumo la conclusión del libro: los de estudios clásicos no pintamos nada. Quizá este bien así, si nos dejan sobrevivir. Yo le he hecho caso al autor en una propuesta, la de hacer un esfuerzo especial en favor de la enseñanza, y especialmente de los alumnos de los primeros cursos de carrera.