lunes, 11 de julio de 2016

A ver una tabla

Hace una semana, de vuelta a Santiago, paramos en Benavente a ver una tabla en el Hospital de la Piedad (de peregrinos desde 1517, ahora de ancianos). Es una Piedad de finura exquisita, de Lorenzo de Ávila. Copio lo que dice la mayor autoridad en el pintor:



de izquierda a derecha nuestra vista se deja llevar por el cuerpo sin vida de Cristo, que actúa como medio transmisor de la tensión dramática, como si se tratase de una ola a punto de romper. Siguiendo el brazo del Salvador ascendemos hacia el grupo de la Virgen, apoyada en una María y sostenida por san Juan (en medio de un coro de manos y brazos), que rodea la mano desmayada de la Virgen en su intento por retener la mano inerte de Jesús. Si seguimos con la mirada el larguísimo y límpido cuerpo del Redentor, llegamos suavemente hasta María Magdalena, ensimismada, formando un círculo con sus manos entrelezadas*
Señala también el autor el equilibrio complejo del paisaje: un bosque frondoso a un lado, un árbol a otro.

Yo por decir algo, os pido que os fijéis en el paisaje azul y en la ciudad delineada allí y en la lasitud del cuerpo muerto de Jesús y eso que comenta el libro de la mano que coge la Virgen. Y las nubes, densas y luminosas. Otra vez tendré que protestar de que la foto no le hace justicia al original, pero esto es lo que hay.

Y para redondear la maravilla, fue grandioso fue encontrar esas mismas nubes al fondo del paisaje, en un cielo por lo demás completamente azul (lechoso), al continuar viaje, dirigiéndonos hacia Sanabria.


*J. C. Pascual de Cruz, Lorenzo de Ávila. Una ilusión renacentista, Zamora: Instituto de Estudios Zamoranos Florián de Ocampo  2012, p. 123

5 comentarios:

  1. Extraño cuadro: el Cristo tiene una cabeza minúscula, unas piernas gigantescas, un tronco irreal. María Magdalena parece indiferente a la gravedad de la escena (como la mujer que sostiene a María - si se aumenta mucho la imagen y se aísla a ambas mujeres, imposible pensar que están asistiento a la muerte de Jesús).

    El bello fondo recuerda a Patinir.

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    1. Ya explicaba yo que la foto no le hace justicia. De todas maneras, es característico de ese pintor representar a Cristo con una figura mucho más alargada. Es fascinante que, sin ser estrictamente realista sea tan verdadero: es un cuerpo que impresiona y todo con una grandísima finura, con gran delicadeza. La Magdalena está vuelta hacia dentro. De las mujeres, una mirada a la Virgen, la otra está rezando.

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    2. Es verdad que los cuadros hay que verlos "en directo". Y también que ciertas deformaciones dependen del lugar al que estaban destinados (como la enorme panza de un caballo en un retrato de no sé qué personaje real, que fue pintado por Velázquez para ser colgado a 3 metros de altura, encima de una puerta, y ser visto, pues, desde abajo, lugar desde el que dicha panza aparece como normal).

      También es cierto que hay una explicación estética a la "indiferencia" de la mujer que está al lado de María: esa actitud (como también el color normal de su rostro) es una manera de hacer ver al espectador, gracias al contraste, el dolor mucho mayor de la madre de Jesús (totalmente pálida).

      En cuanto a la Magdalena, debe de haber una explicación simbólica a su actitud. Decía Federico Zeri, el gran especialista de pintura italiana de los siglos XIII à XV, que toda la pintura de esa época estaba codificada y que todo el mundo conocía entonces (contrariamente a hoy) los símbolos que permitían nombrar a cada personaje de un cuadro y comprender su actitud en él.

      En su libro "Detrás de la imagen. Conversaciones sobre el arte de leer el arte", publicado por Tusquets, da muchos ejemplos de ello.

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    3. No hay que olvidar que el arte que más preparación necesita para ser correctamente apreciado es la pintura. Yo me di cuenta hace muchos años yendo al Louvre con una guía muy bien hecha que explicaba minuciosamente sus mejores cuadros. La diferencia entre ver un cuadro sin saber nada de él y volver a verlo tras haber leído un par de páginas sobre él es gigantesca.

      Luego resulta cómico ver a la gente mirando 600 cuadros en media hora (pasando ante ellos sin detenerse). Más de una vez, sentado ante un cuadro importante, me he encontrado con viejos profesores de arte extranjeros escandalizados de ver a la gente pasar dos o tres segundos ante él. Recuerdo uno australiano, en la sala donde hay dos Vermeer (entre los cuales "La Dentellière" - el cuadro, con "Le Pèlerinage à l'île de Cythère", de Watteau, tambien en el Louvre, más bello del mundo según Renoir), que me decía, en un francés impecable, que para él le resultaba muy cómico ver cómo la mayoría de la gente atravesaba la sala sin verlos (a mí siempre me ha parecido más bien trágico).

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  2. Pergolesi - Stabat Mater

    Philippe Jaroussky, Emöke Barath
    Orfeo 55. Dir. Nathalie Stutzmann

    https://www.youtube.com/watch?v=qzOmPUu-F_M

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