viernes, 20 de junio de 2014

Día de la corona

Aliviado de no tener ni siquiera que plantearme ya el problema de ver más fútbol, decido a cambio seguir los fastitos de la coronación. Al poco, me sorprendo de notarme algo de emoción al oír ese himno tan feo que es el mío; quizá fue por ver a las niñas tan rectas, tan pequeñitas las pobres y ya metidas en ese fregado.
El presidente del Congreso era de opereta y Celia Villalobos, la pescadera en el tablado, pero entre los espectadores estaba la reina Sofía, que luego fue capaz de darle un beso conmovedor al canalla de su marido.
El discurso del rey: anodino por previsible. Que si el medio ambiente y las nuevas tecnologías y la innovación. Y oyéndole, los dos partidos socialdemócratas, esos nacionalistas groseros y los infantiles aperroflautados. Las invocaciones a la ejemplaridad (término que, por cierto, no inventó Gomá) me saben a poco: no es bueno tener tan fresco al filósofo-rey de Platón y compararlo a alguien de mi generación, por muchas academias militares (eso sí que es platónico) que haya sufrido.

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Por la tarde, en la Quintana (marco incomparable), en un maratón de jazz, oí a 2M14, dúo formado por Pablo F. Sinde al saxo y L. A. R. Legido a la batería. Qué maravilla. Me tuve que tragar lo que había dicho el otro día sobre la improvisación: fue fascinante ver cómo dialogaban, el saxo con más contención, el batería perdiéndose del todo en un trance en el que cerraba los ojos y usaba lo que tuviera a mano para percutir. Pero eso sí, para lograr buena música, no para 'lucirse'.


(mientras uno aprovecha el piano como caja de resonancia, el otro usa un globo en un descanso mínimo del golpear sin parar -pero con qué sentido- la batería)

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