miércoles, 10 de julio de 2013

El cielo aquí

La felicidad aquí es la del cielo -no del todo; ya, pero todavía no- y nosotros vivimos aquí ya en el cielo, aunque todavía no. José María Cabodevilla explica muy bien que para hablar del cielo se acude a la analogía, pero que es una analogía real, basada en una semejanza auténtica. Nuestra felicidad de aquí es la de allí:
“La felicidad del cielo tiene ya aquí su reflejo o barrunto en la alegría de los soldados el día de su licenciamiento, en la alegría del investigador cuando los experimentos confirman su teoría, en la alegría de los judíos congregados para celebrar el shabbat, en la alegría del prisionero cuando obtuvo la libertad, en la felicidad de los amantes cada vez que su amor los transportaba fuera de este mundo (p. 38 n. 51).
Y poco después:
La afirmación de una ruptura sin continuidad, la idea de una total oposición entre esta vida y la otra, ha sido doblemente nefasta: ha hecho que los bienes de la tierra queden gravemente depreciados y que los bienes del cielo resulten inconcebibles y, por tanto, irrelevantes (p. 39 n. 52).
----

Y otro tema, el de la oposición alma-cuerpo, que tan mal se explica y se entiende, Cabodevilla lo expone muy bien, aunque, claro, sigamos sin saber muy bien cómo es eso:
¿Cuerpo y alma? El hombre no es una suma de cuerpo y alma, sino una totalidad indivisible, un todo que llamamos alma en cuanto que posee tal interioridad, tal hondura o trascendencia, que desborda la realidad físico-biológica, y lo llamamos cuerpo en cuanto que ese mismo todo resulta visible, localizable, histórico y caduco. El cuerpo pertenece a la definición misma del alma: ésta es humana porque está encarnada, porque es corporal. El hombre no tiene cuerpo; todo él es cuerpo a la vez que todo él es alma.
En cierto modo, si alguien prefiere seguir hablando asi, alma y cuerpo podrían considerarse como dos elementos tan distintos que ni este haría mortal a aquella ni aquella haría inmortal a este; pero al mismo tiempo tan trabados, tan condicionados mutuamente, que la muerte del cuerpo constituye un momento intrínseco del alma y la inmortalidad del alma postula de hecho la restauración del cuerpo (p. 110-111 n. 181).

5 comentarios:

  1. Qué desesperación: tú y Cabodevilla dale que te pego y yo que no encuentro el libro en ninguna librería.

    ResponderEliminar
  2. Ese libro no se encuentra, aunque me permito recomendar otro libro suyo, de título impresionante: 32 de diciembre. La muerte después de la muerte (Bac, 1969). Descatalogado, pero se encuentra de viejo.

    En la primera encíclica del papa Francisco, me ha sorprendido el concepto de resurrección, muy corporal: "Si el amor del Padre no hubiese resucitado a Jesús de entre los muertos, si no hubiese podido devolver la vida a su cuerpo, no sería un amor plenamente fiable, capaz de iluminar también las tinieblas de la muerte." (apartado 17)

    Esto es, resurrección como "devolver la vida al cuerpo", definición que me parece audaz.

    ResponderEliminar
  3. Es curioso, pero sí: no se encuentra por ahí. Yo es el único que he leído de él.

    ResponderEliminar