miércoles, 30 de enero de 2013

¿Qué hacer? ¿Callar?

La última vez que intenté hacer una crítica constructiva a alguien, le mandé mi texto por twitter y a los pocos minutos me contestó con un "Gracias, Sara" que de primeras me descolocó, hasta que un alma buena tuvo a bien glosarme la frase: se refería a Sara Carbonero y la comparaba conmigo, no en belleza, sino en el grado de banalidad.

Así que dudaba en meterme en más quijoteces, pero cuando vi alabar otra vez el libro delirante de Eduardo Gil Bera sobre Homero, tuve que desdecirme. Esto es lo que Francisco Javier Irazoki decía:
Desde su rincón de políglota, mientras los helenistas sestean silenciosos, ha escrito Ninguno es mi nombre, sumario del caso Homero (Pre-Textos), donde quiere probar que el legislador, tirano y poeta Tales de Mileto fue el auténtico creador de La Odisea.
Cuando salió el libro, fue una gran decepción: lo esperaba con gran curiosidad, después de haber disfrutado tanto de La sentencia de las armas. Yo a Gil Bera le tengo una grandísima admiración y sé que sabe un huevo muchísimo de literatura griega, especialmente de Homero. Pero aquí le pierde un delirio que le lleva a despeñarse por el abismo de la erudición, rotos los frenos del buen sentido. A partir de una inscripción dudosa y dos cosas más -hablo de memoria, lo leí hace ya tiempo- monta un fascinante tinglado sobre un Tales de Mileto bis. Como novela tendría un pasar.

La primera vez que había visto un elogio del libro había sido a Juan Bonilla. Entonces lo eché a barato, al fin y al cabo no tiene ni idea de Homero y es, en esto de la literatura, pura extremosidad: capaz de lo más excelso y de lo más anodino y en sus críticas literarias, lo mismo.

Pero con lo de los «helenistas que sestean silenciosos» queda poco margen para callarse. Ese libro, amigo Irazoki, no debería haberse publicado. Al menos los que no sabemos decir nada nuevo de Homero estamos callados: algo es, que él solo -sea quien fuese- se basta con su sola obra, sin necesidad de explicaciones conspiracionistas eruditas.

Y si alguien quiere una crítica detallada, que mire la que ha hecho Juan Piquero Rodríguez, de la Universidad de Alicante, en la revista Estudios Clásicos 142 (2012), 125-127.

3 comentarios:

  1. Leí el libro hace unos años, y sólo me sale pensar: "...vanitas vanitatis, omnia vanitas" Para mí se reduce sólo a eso.
    Una terrible necesidad de encontrarle la quinta pata al gato, el pelo al huevo, la mosca en la sopa. Una terrible necesidad de ser notado.
    Habría que ver si el libro, más que plantear una cuestión filológica, no deja al descubierto un problema psicológico. :P

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  2. Gil Bera es de Tudela, curioso. Cuando solicite a mi Comunidad Floral un proyecto de investigación sobre "Historia de la Filología Clásica en Navarra" (eso sí que sería sestear!), lo tendré que incluir como homerista. O como chiste.

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  3. Yo pienso que es un grandísimo intelectual, pero que se le fue la mano en este libro, queriendo encontrar la figura de Homero. Le empezó a cuadrar todo a partir de dos o tres datos problemáticos (que no vio como problemas, ese fue el fallo) y le salió una construcción admirable.
    Por lo demás, ha publicado obras muy interesantes (por ejemplo la biografía de Baroja) y es un traductor excepcional.

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