martes, 4 de septiembre de 2012

Entre Neruda y Coelho



En el parque de Estocolmo -qué árboles, qué plantas-, desentonaba un cacho piedra con puntitos, en medio de un prado de virginal verde hierba.
Era una piedra de los Andes (y en un cartel, un poema de Neruda), una donación de los andinos (ah, los suecos no podían haber sido: era como el jarrón del todoacien regalo de la cuñada dicharachera, que no sabes que hacer con él y ahí se queda, en medio).
Me puse a leer el poema, a ver si esa vez me parecía mejor el gran poeta malo (que dijo JRJ).
Y había un señor al lado, que resultó ser chileno: me dijo que Neruda había salvado a miles de españoles. Yo, que estaba con el recuerdo de lo que le he leído a Trapiello sobre él, preferí no entrar en discusiones y hablarle de Morla Lynch, un chileno ejemplar sin paliativos en la Guerra Civil, pero no parecía tener mucho interés en dejar de segundo a Neruda.
Salió que yo vivía en Santiago -el original, dije- y me dijo que quería hacer el Camino. -Ah, me alegré. -Es que he leído a Coelho, me dijo. Tocado y hundido me dejó.

2 comentarios:

  1. Es que Ud. no tiene "cancha" en tratar con chilenos. ¿No sabía acaso que son fieles a la frase de su escudo nacional?: "Por la razón o la fuerza" ;)

    ResponderEliminar
  2. A mí, Milko, me fascinan los chilenos: los que he conocido son gente excelente, aunque sí, ha coincidido que los que he conocido tenían ideas muy arraigadas sobre todo.

    ResponderEliminar