miércoles, 22 de agosto de 2012

Primer día en Estocolmo

Como Homero en la Odisea, empecé casi por el final el relato del viaje a Estocolmo. Venga, volvamos a la linealidad:

El primer día me acerqué a la iglesia de al lado, la de Engelbrekt, un edificio muy interesante (mañana digo algo más), puesto, como la mayoría de las iglesias de Estocolmo, en uno de los pocos sitios altos de esa ciudad eminentemente llana (debe de ser para que no vayan ni las viejas -ese reducto de la devoción).



Y en un lateral había una capilla abierta. Y un señor que me vio desde la puerta me animó a entrar: me acerqué y me saludaron los brazos extendidos de la Pastora. Estaba la pastora diciendo misa.
Ahora, a toro pasado es muy fácil decir qué hubiera podido hacer: podía haber entrado -para contarlo aquí. Podía haberle dicho a la pastora que no pensaba que aquello que ella estaba haciendo fuese una Misa (y no solo por ser ella mujer), o que yo era del Opus (por ir a lo breve y por ver qué cara ponía), o que ya había estado en Misa una hora antes.

Pero opté por la (ignominiosa) huida. Así soy, un cobarde.

2 comentarios:

  1. Mira que no entrar. Por lo menos te podías haber fijado en el corte de la sotana, si era largo de sisa, la manga ranglan... nos has dejado como al gato de la pastora, con ojos golositos.
    (Comentario evidentemente machista, lo sé)

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  2. Jajajaja... leí lo de "estaba la pastora" y enseguida pensé en la misma canción.

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