El corazón de Dios es un grandísimo libro de poesía y un impresionante ejercicio de desasimiento, una recomendación de soltar lastre por parte de alguien que estaba a punto de morir y lo ve meridianamente claro.
Ahora que Carlos Pujol ya lo ha logrado, y tiene toda la pinta de que ha subido ligero a donde esperaba ir, leer su libro impresiona todavía más.
Yo ya puse el primer poema del libro, tan conmovedor y tan aleccionador.
Ahora recojo aquí más palabras suyas dirigidas a Dios, en las que le habla de ese despojamiento, del amor a las cosas y el ejercicio ascético de librarse de ellas para llegar a lo único importante:
me pides el olvido (...)
la memoria que grita no te gusta (...)
si uno empieza a olvidar, ¿a qué arrimarse? (19)
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eres como un mendigo (24)
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Tú, rey de la paciencia,
con tesoros de tiempo en los bolsillos,
esperas a que un día
me canse de estar solo. (29)
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Hablamos de dejar lo que se tiene
en la acera, de noche, como trastos
inservibles que palpa un vagabundo (33)
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(...) las cosas van y vienen
con la frivolidad
de parecer precariamente eternas. (37)
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se rompen los juguetes / para que así podamos recordar (46).
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esas briznas tan dulces de la nada (51).
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quisieras que esperásemos también
sin casi nada en que apoyarse (casi
quiere decir tú mismo). (54)
Uf, casi nada, donde Casi quiere decir Tú mismo. Qué bueno.
ResponderEliminarGracias, Ángel.
Me había fijado en lo mismo que EGM, ¿por qué será?
ResponderEliminarMe pides el olvido...
ResponderEliminarLa memoria que grita no te gusta...
...para que así podamos recordar.
Dos memorias ¿no? La que hace ruido, la de la propia historia, y esa otra, la del origen.
Inmensa la reseña del otro día, y qué bien la complementan estos versos. Muchas gracias.