Yo creo que llegué a este libro por esta muy recomendable reseña en Bryn Mawr Classical Review.
El libro empieza con un dato impactante: la 'reconstrucción' del palacio minoico de Cnossos es el primer edificio de hormigón que hubo en Creta (y con increíbles parecidos con el Mausoleo de Lenin, del mismo año: 1930).
El Cnossos modernista aúna fascismo, feminismo y pacifismo; aparece en la literatura experimental y el psicoanálisis, une a Nietzsche y Freud, James Joyce y Giorgio di Chirico. Algunos poetas del siglo XX -Hilda Doolittle, Robert Graves- no se pueden comprender adecuadamente sin conocer la arqueología cretense, a través de la cual desarrollaron su neopaganismo oracular (6).Por 'Modernismo' se entiende el periodo ca. 1870-1945:
En lo político, esta crisis significó el rechazo de la tradición liberal que privilegiaba al sujeto racional, autónomo como la unidad principal de razonamiento político y moral; en una palabra, el modernismo enfrentado a la modernidad. Las denuncias contra el estado burocrático, democrático, liberal como distopía sin alma iban muchas veces acompañadas de un impulso 'arcaizante' -una búsqueda frenética por los anales del pasado remoto de soluciones neoprimitivas a los problemas del capitalismo industrial. Este libro se centra en ese impulso, pues la arqueología de la Grecia de la Edad de Bronce aportó la mayor parte del material del que sacó su inspiración ese proyecto arcaísta (6, negritas mías).Los héroes de este libro recurren al fascinante concepto de profecía modernista:
a la vez una herramienta neoarcaica para hacer mundos utópicos, un modo de conocer visionario e intuitivo, una estrategia retórica a través de la que desmantelar y reconstruir el relato cristiano de los orígenes humanos... después de que la cronología bíblica hubiera dejado de ser creíble.Y cerca tenían el 'modelo' de Sherlock Holmes: esa capacidad de ir hacia atrás sin errores, porque el pasado era por definición cognoscible («the past was in principle knowable» 9).
Y eso es lo que es Evans, un devoto Sherlock místico («worshipping mystic»), que une en la reconstrucción de la civilización minoica métodos de detective a una supuesta inspiración en la naturaleza y acaba llegando a encontrar esa Creta como paraíso femenino y pacifista (12) que estaba buscando desde el principio:
Evans aportó formidables poderes de observación y capacidad intelectual de síntesis a su trabajo arqueológico pero, como Schliemann, puso su brillantez al servicio de un exceso rampante de confianza en su interpretación («rampant interpretative overconfidence») que le venía de su poder de financiar él solo las excavaciones. El resultado fue un planteamiento particular y subjetivo de un mundo minoico que no solo respondía a los imperativos políticos y culturales del siglo XX sino también estaba moldeado en sus más íntimos deseos -carencias psicológicas y hambres espirituales formadas en la infancia privilegiada del arqueólogo. Por cierto que este Peter Pan investigador cargó a la «infancia de Europa» de tan rico repertorio de neurosis freudianas que el propio Freud acabaría identificando la Creta de la Edad de Bronce con la fase pre-edípica de toda la raza blanca (49-50).También lo define diciendo que caía en el misticismo . En conjunto, el modernismo clasicista destaca por su «lealtad de alguna manera ambivalente a las ciencias naturales, su sesgo neopagano (o su 'neopaganismo visionario' 139) su primitivismo (142).
Cuando describe a los cretenses de su época se deja llevar «por la tensión (compartida por muchos revolucionarios románticos del siglo XIX) entre su creencia en la perfectibilidad del hombre y su impaciencia ante los manifiestamente imperfectos especímenes de humanidad con lo que tenía que tratar» (60).
Y qué esfuerzos hace el tío por no ver las fortificaciones que había por todas partes en Creta, que le estropeaban su ideal de paraíso pacifista (67); y qué prisa se da en llamar 'trono de Ariadna' a un asiento de piedra, y ver por todas partes "diosas madres". Y la labor 'creativa': una «mezcla de modernismo mediterráneo endeble, columnas 'rotas' de molde y pinturas morales art nouveau en technicolor que son casi postmodernas en su eclecticismo estético caprichoso» (106).
Habla de los Gilliéron, que pintaron bien a su placer en las 'reconstrucciones' de los frescos (fascinante página del Met sobre ellos).
Y cuando 'descubre' el hijo divino peterpaniano (123), es de coña ya.
También hay un capítulo muy bueno sobre Robert Graves, «con un pie en el programa clásico riguroso de las escuelas privadas inglesas y el otro en la bohemia sin cortapisas de la existencia en una isla»: de ahí salen Los mitos griegos, La diosa blanca: libros que tapan con apariencia de rigor lo que tienen de delirantes.
Y Frazer detrás de todos estos delirios. Gran peligro el de Frazer, suya es buena parte de la culpa de muchas cosas que fueron mal en el siglo XX.
Gran título el del post.
ResponderEliminarGracias por el repaso a la ida de olla en cuestión; la suerte es que los que leyeron o se vieron influidos por estas cosas tienen ahora alrededor de 100 años, y quedan pocos.
Ojalá: pero son multitud (pocos en los estudios clásicos -aunque van aumentando, al amparo de "«teorías»" feministas, postcoloniales y "estudios culturales"-, más en las humanidades "modernas") los que se creen lo del matriarcado originario, los paraísos míticos y lss diosas madres por todos lados y los rituales de la vegetación y la vigencia del psicoanálisis (a estas alturas).
ResponderEliminarYo me voy encontrando gente que todavía se lee Los mitos griegos de Robert Graves.
Ya me supongo que en ambientes más académicos de los que yo frecuento estas mamarrachadas seguirán a la orden del día.
ResponderEliminarEs de suponer que la incultura afecte, al menos, por igual a estas bazofias que a las cosas potables.
Confiemos en que la gente deje de leer bazofia, aunque sólo sea porque deje de leer del todo.
Me ha encantado. Hay que ver lo nos cuentan, y lo malo es que hasta que no viene otro y lo rebate (y además te enteras, lo que no es fácil) eso es lo que hay...
ResponderEliminarLibro muy necesario, por lo que veo. Hay que comenzar a rebatir con seriedad a estos deconstructores delirantes, porque sí que han hecho mucho daño. Tanto que muchos de sus delirios han sentado cátedra hasta hace dos días. Más que en Frazer y Evans(más que superados), o Graves (cuya excentricidad no le pasa desapercibida a nadie, creo) pienso ahora en Gimbutas, arqueóloga tenida por seria, pero de una tendenciosidad sin límites. Su teoría sobre la imposición de las lenguas indoeuropeas a sangre y fuego por los representantes de una sociedad guerrera y patriarcal creo que se sigue enseñando... y nada más lejos de la realidad.
ResponderEliminarUn abrazo
Chema
Pues el libro lo tienes en la Facultad: 4zl 225
ResponderEliminar¿En qué sentido llevó una vida desastrosa Robert Graves?. En efecto La Diosa Blanca es un tanto disparatada y sin pies ni cabeza. "Adiós a todo eso" es estupendo. La Rama Dorada de Frazer, consideraciones teológicas aparte,es otra cuestión y me parece un libro muy interesante.
ResponderEliminarSaludos.
Vida desastrosa en lo personal, me refiero.
ResponderEliminarComo poeta dicen que es valioso.
Yo detesto a Frazer por su soberbia interpretativa; otra cosa es su labor de recopilación de datos: a mí cosas suyas me sirvieron para la tesis.
Pero Graves y Frazer yo los veo como fundamentalmente negativos para los estudios griegos, mucho más Graves, claro.