De san Josemaría [negritas mías]:
Si estamos en gracia, el Espíritu Santo está en medio de nuestra alma, dando carácter sobrenatural a todas nuestras acciones. Y, con el Espíritu Santo, están el Padre y el Hijo: la Trinidad Beatísima, que es un solo Dios. Somos templo de la Trinidad, y podemos hablar con Dios sencillamente, sin hacer ninguna rareza, poniéndonos sobre nosotros mismos, pisándonos a nosotros mismos, como se pisa la uva en el lagar, porque no somos nada. Nos metemos allí, en el fondo de nuestra alma, para contarle lo que nos pasa: pidiendo, adorando, desagraviando, amando (...). Tratándole de esta manera, con esa intimidad, llegarás a ser un buen hijo de Dios y un gran amigo suyo: en la calle, en la plaza, en tus negocios, en tu profesión, en tu vida ordinaria. [Apuntes de la predicación, de 1972; en Burkhart / López 2010: 312]
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El diálogo, a veces, no es más que mirarse. [Apuntes de la predicación, de 1971; en Burkhart / López 2010: 312].
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¡Qué grande eres, y qué hermoso, y qué bueno! Y yo, qué tonto soy, que pretendía entenderte! ¡Qué poca cosa serías, si me cupieras en la cabeza! Me cabes en el corazón, que no es poco. [Apuntes de la predicación, de 1974; en Burkhart / López 2010: 313].
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Dios no es el caudillo que arrastra sin amor, sino el Amor mismo, que nos toma como posesión suya. [Carta 8-XII-1949, n. 139; en Burkhart / López 2010: 386].
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