¡Felices los destinados a contemplar las maravillas en que ya ahora viven, y ven, pero sin reconocerlas del todo! ¡Felices quienes verán lo que el ojo mortal no ha visto aún y solo la fe goza! Las maravillas del mundo nuevo existen ahora tanto como existirán después. Son inmortales y eternas, y las almas las contemplarán con la paz y majestad que siempre han tenido. ¿Pero quién podrá expresar la sorpresa y el rapto que sobrevendrán a los que por fin las posean y tengan por vez primera semejantes percepciones? ¿Quién podrá imaginar en un vuelo de la fantasía los sentimientos de quienes, habiendo muerto a la fe, despierten a la felicidad? La vida que entonces comience durará siempre, pero si la memoria es allí lo mismo que en esta vida, ese día será un día que celebraremos en el Señor durante todas las edades de la eternidad. Podremos aumentar indefinidamente en conocimiento y amor, pero aquel primer despertar de la muerte, aquel día de nuestro nacimiento y a la vez de nuestros esponsales, permanecerá siempre entrañable y como santificado en nuestra mente. ¡Qué hondos, incomunicables e inimaginables pensamientos se nos despertarán, qué profundidades se removerán dentro de nosotros, qué armonías latentes, aparentemente inalcanzables por la humana naturaleza, sonarán cuando nos encontremos, después de un largo reposo, dotados de nuevos dones, fuertes con la semilla de la vida eterna, capaces de amar a Dios, conscientes de que toda pena, dolor, angustia y aflicción han pasado, felices en el mayor afecto posible hacia los amigos a quienes amábamos tan pobremente, a quienes tan débilmente podíamos proteger mientras estaban en la tierra junto a nosotros...; y, sobre todo, cuando seamos visitados por la Presencia inmediata, visible e inefable de Dios Todopoderoso con su Hijo Único, nuestro Señor Jesucristo, y su Espíritu coeterno, visión que contiene para siempre la plenitud del gozo la felicidad! Las palabras humanas son completamente inservibles para reflejar semejantes atisbos. Cerremos los ojos y guardemos silencio.[Beato] John Henry Newman Sermones parroquiales /4, Encuentro, Madrid, 2010, traducción de Víctor Garcia Ruiz y José Morales, p. 235
[Esto lo tenía copiado hace dos semanas; no lo pongo ahora por polemizar]
Sé bien, por lo que me toca, que la intención no es polémica; y la visión, o la imaginación, de Newman es ciertamente admirable. Ojalá tuviera (ojalá tenga) razón.
ResponderEliminarUno lee a Newman y empieza a lamentar los "sermones parroquiales" patrios, pero luego recuerda que Knox puso entre los contras de pasarse a Roma lo brutos que eran los sacerdotes católicos, y se tranquiliza al comprobar que no es un problema local.
ResponderEliminarAquí una enamorada de Newman te da las gracias...
ResponderEliminarCuánta paz debe de lograrse creyéndose eso, pero cuánta fe hace falta para alcanzar esa creencia... Los que no hemos recibido el don de la fe, lo llevamos claro. ¿Decía Newman algo al respecto?
ResponderEliminar...si la memoria es allí lo mismo que en esta vida...
ResponderEliminarParece que a Newman, conforme escribía el sermón, se le iban presentando las objeciones futuras. La memoria (como la mente y el pensamiento) son elementos de este mundo, no de otro, sujeto a devenir y sucesión, en que encontramos que hay un antes y un después.
En la vida futura (si es el caso), no habrá sucesión, no habrá tiempo, y por tanto tampoco memoria.
Joaquín, está partiendo de la resurrección de la carne; no sè si tú sigues alguna secta gnóstica.
ResponderEliminarSi hay cuerpo en el cielo, habrá facultades como la memoria.
Sí, esto de resucitar como peces es muy gnóstico.
ResponderEliminarNo, no sigo ninguna secta gnóstica. En cuanto a la resurrección de la carne, algunos la comprenden de forma un tanto kitsch.
ResponderEliminarLos más paulinos irán por el Cielo diciendo, adustos: "¡psch, psch... ni ojo vio ni oído oyó!". Menos mal que Juan les dirá: "Comprended que otros seamos más figurativos, hombre...". Y como allí hay muchas moradas, pues los inefables tan contentos (y callados) y los visionarios tan dichosos (y locuaces).
ResponderEliminarHay muchos modos de moverse por el cielo, pero nos moveremos y eso porque tendremos cuerpo, por más kitsch que les parezca a los enterados (en griego: gnósticos). Los palurdos recitamos el Credo como verdad, no como historietas necesitadas de alegorizadores
EliminarYa van dos veces que leo en una semana la memez de kitsch referida a estas cuestiones.
ResponderEliminarLo más cojonudo, es que esta pedancia, que tacha de kitsch la simple y cabal concepción de la resurrección de la carne, es la misma que desecha la propia idea de infierno, o una idea de un infierno demasiado chungo.
Alguno parece que no quiere resucitar con todas sus facultades intactas para que no le duelan los pinchazos de los tridentes demoniacos en el culo.
Estoy en Barcelona, peleándome con el móvil. Lo anterior era un intento de bajar al nivel de Joaquín para explicarle qué significa la palabra gnóstico
ResponderEliminarQue no, que no! Precisamente la teología más seria es la que renuncia a entender (véase Ratzinger).
ResponderEliminarLo que no entiendo ahora es tu comentario. Ratzinger jamás ha renunciado a entender. Lo que no hace es llamar kitsch al Credo.
Eliminar¡Entran ganas de morirse!
ResponderEliminarFrente a ese gnosticismo tan aburrido me acuerdo ahora de una anecdota que contó Julián Marías en una conferencia en Sanlucar de Barrameda hace unos años. Hablaba de ese cielo que los cristianos muchas veces tenemos falseado, y decía que en una de sus visitas a Menendez Pidal,ya muy viejito, este le decía,ilusionado,hablando del cielo que presentía: "D. Julián,¿y ud. cree que veremos a los juglares?". "claro, que sí, D. Ramón, Claro que sí" le respondía.Y yo pienso que sí, que allí estarán dando saltos con sus calzas bicolores...
Jo, Ignacio T., yo estuve en aquella conferencia. Y había olvidado lo de los juglares. Qué maravilla. Gracias. Me alegro mucho de haber coincidido contigo.
ResponderEliminarCito de memoria la introducción al cristianismo de Ratzinger.
ResponderEliminar«Pero dirá alguno: ¿cómo resucitan los muertos? ¿Con qué cuerpo vuelven a la vida? ¡Necio! Lo que tú siembras no revive si no muere. Y lo que tú siembras no es el cuerpo que va a brotar, sino un simple grano..., se siembra corrupción, resucita incorrupción [...]; los muertos resucitarán incorruptibles. En efecto, es necesario que este ser corruptible se revista de incorruptibilidad; y que este ser mortal se revista de inmortalidad (1 Cor 15,35-37. 42. 53).
Mi idea era señalar que las imágenes de Newman son kitsch, y que la persistencia de la memoria es inconsistente con el fin de los tiempos. ¿Cómo será eso? ¡Ah, no lo sé! Tendría que decir con Pablo: ¡necio...! (del latín nescĭus, ignorante).
Tampoco habrá fuerza de gravedad (no nos moveremos, ni saltaremos), ni día ni noche (no dormitaremos), etc. etc.
Curioso que citando a Ratzingrr te salga san Pablo.
ResponderEliminarDices que no sabes, pero sabes que no tendrán memoria los resucitados.
Decir que lo de Newman es kitsch es de una audacia que se ha de atribuir a un nescius gnóstico.
Y me asomra que sepas que no habrá gravedad ni siestas.
Ratzinger: "Reconocer humildemente que no se sabe nada es la única forma auténtica de saber; contemplar atónitos el misterio incomprensible es la auténtica profesión de fe en Dios".
ResponderEliminar(De la Introducción al Cristianismo).
Yo también me alegro, Enrique¡Qué curioso, también habremos coincidido en las de Vista-Hermosa! Qué pedazos de conferencias las de JMarías. ¡Cómo lo echo de menos!
ResponderEliminarJoaquín, ese texto no tiene nada que ver. Y tú afirmas además, como si fueran dogmas, que no hay memoria en el cielo. De verdad que me resulta imposible entenderte.
ResponderEliminarRemito al último capítulo (precisamente el último) de la Introducción al Cristianismo de Ratzinger, magistral, del que tomo esta breve cita:
ResponderEliminar"Para el pensamiento moderno, el modelo paulino es mucho menos ingenuo que la tardía erudición teológica, con sus sutiles ideas sobre el problema de si son posibles los cuerpos eternos. En pocas palabras: Pablo no enseña la resurrección de los cuerpos, sino la resurrección de las personas".
El texto de Newman, como propio de sermón parroquial, es muy ingenuo (muy kitsch). Se imagina que en la gloria se cumplirán aniversarios, y que se recordarán cosas pasadas o por venir (la visita de Dios, etc.).
Para vencer esta dificultad, baste recordar la noción de "totum simul" de la idea de eternidad de Boecio. En la eternidad, la memoria no cumple función alguna, y carece de todo sentido. En la eternidad no hay tiempo, no hay un antes y un después (totum simul). Es como el que se opera de la vista, y se desprende de las gafas: ya no las necesita.
Cuando digo que en el cielo (o como se llame) no tendremos memoria, no quiero decir que ya no seamos nosotros mismos, ni que perdamos la identidad (que seríamos como peces, como se ha dicho más arriba), sino que en la entrada en la gloria perderemos algunos aspectos de nuestro ser intramundano (tales como nuestras enfermedades o defectos físicos, ¡incluso la demencia o la locura!). Entre otros aspectos, la memoria. La tenemos tan introyectada, que nos cuesta entender que es cosa de este mundo sujeto al tiempo (al antes y el después).
Con esto, no sugiero que yo sepa (como sí parecía saberlo Newman) cómo será la gloria. De lo que estoy seguro es que no tendrá nada que ver con este mundo material. Y no es por desprecio gnóstico del mundo, sino porque físicamente el mundo, por aplicación de las leyes de la termodinámica, está condenado a la extinción o disipación. No es ninguna novedad, también nuestros cuerpos está condenados a la corrupción (el mismo San Pablo lo dice). Esto no es gnosis, es pura física y química. Ratzinger también insiste en que la vida eterna es "transfísica".
Gracias, Joaquín: ahora entiendo lo que querías decir y te pido perdón por mi impaciencia previa y por presuponer que decías lo que no querías decir.
ResponderEliminarHe vuelto a leer el texto de Newman y no dice que la memoria allí sea de un modo u otro. Simplemente plantea la hipótesis de que si la memoria allí es como la de aquí -no dice que lo sea- será lógico celebrar el día de más felicidad de esa nueva vida -aunque no haya días.
Por otro lado, lo de Ratzinger de la resurrección de la persona es de cajón. No tengo aquí el libro, pero ya lo miraré a la vuelta de Barcelona.
Yel totum simul no me parece contradictorio con la memoria.
Eso es otra cosa: si en la vida eterna tendrá sentido hablar del "primer día". Ya lo veremos.
ResponderEliminarGracias a tí, Ángel.
El tema de cómo será el cielo da para mucho. Realmente se puede estar discutiendo eternamente y es como si lo hiciéramos sobre el sexo de los ángeles. Sin embargo si es importante destacar dos cosas: que al final estaremos con nuestro cuerpo, (eso me parece estupendo), y que sobrepasará todas nuestras expectativas. Con lo cual todas las imágenes, también las kisch pueden ser bienvenidas. En definitiva, si alguien me pregunta si Allí habrá juglares, o poesía o coches de carrera, mi respuesta sería, ¡sí, hombre, si, y lo que tú quieras!, ya que la ilusión por esas cosas tan materiales, en todo caso, y de un modo u otro será colmada con creces...
ResponderEliminarCreo que el comentario de Ignacio es importante. Poniéndonos muy exquisito vedamos la posibilidad de imaginar el Cielo, lo que tiene un problema: no se desea lo que no se imagina. Por otra parte, esas imágenes deben entenderse de un modo poético, como un correlato objetivo, según la explicación de T. S. Eliot. Y finalmente, está el argumento de autoridad: Jesucristo no tuvo reparos ni remilgos en hablar de un banquete a las primeras de cambio. Oh, un banquete, chin, chin.
ResponderEliminar"todo estará bien/
ResponderEliminary toda clase de cosas estará bien"
"cuando la llama y la rosa sean uno".