Yo a lo que iba oficialmente a Barcelona era a un Congreso.
Y hablé -en realidad leí: lo llevaba escrito para no dejar nada al albur; eran 45 minutos- y quedé bastante contento de lo que dije sobre Sémele.
Acabé: aplausos. Y es curioso que en esos casos a uno le parecen lo más natural, cuando en realidad son de cortesía y también de alivio: -por fin, se ha acabado, pensé varias veces al aplaudir a otros. Pero mis aplausos me pareció que duraban demasiado poco: se pasó muy rápido ese momento.
Y luego siempre te viene después uno con que si esta minucia o aquel libro que no citaste. Y cómo le cuesta a la gente decir algo amable, decir primero: -está bien lo que has dicho; y luego, que añadan todos los peros que quieran. Se deben de pensar que aplaudir tres segundos ya les da derecho a todo.
Consejos, por si alguien va a ir a algún congreso de humanidades pronto:
-evitar en lo posible a italianos y portugueses: se gustan mucho hablando. Donde esté un yanqui (en esto de las conferencias, ponencias y similares), que se quiten todos los latinos.
-si te quedas atrapado en una ponencia insufrible es muy útil tener un smartphone: siempre te queda la posibilidad de enzarzarte en una discusión sobre el cielo.
Ángel, nos veremos pronto en otro congreso, no? Estoy en ello, el texto ha de estar listo pronto (aunque antes debo terminar otro compromiso), espero que la salud también acompañe.
ResponderEliminarCurioso: antes de ir a Santiago yo también pasaré por Barcelona, estoy invitado por un antiguo alumno a dar una conferencia en la UIC. Sempre pra diante! Apertas!
Eso de leer en los congresos debería repensarse. Como cuando Pearce vino a Madrid. ¿Para eso todo el gasto y el desplazamiento en la época del email y de Skype? Pienso que si no hay interacción y fluidez no tiene interés.
ResponderEliminarSí, José, a ver si sale todo bien.
ResponderEliminarDal, eso es lo que me parece a mí en buena parte: los congresos según el esquema tradicional tienen que cambiar mucho. Queda, de todos modos, la ventaja de juntarse muchas gente en poco tiempo, que eso sí. Lo de aprender, yo creo que se aprende más leyendo, pero si fuésemos por esa línea se acabarían todos los congresos. Supongo que iremos a reuniones breves, muy concretas, con debates y con los temas preparados de antemano, pero es que todavía seguimos con un esquema muy de hace 60 años.
Y sobre leer, yo he intentado siempre que he podido hablar, más que leer un texto, pero tiene el problema de que se pierde precisión: y volvemos al punto anterior. Quizá si uno llegase con los textos leídos, se podrían organizar discusiones presenciales.