Partiendo del texto, intentaré mostrar que la dificultad que encuentran las palabras humanas al expresar ese misterio no es mayor que la que sentimos cuando queremos expresar en palabras humanas incluso esas cosas de la tierra de las que tenemos experiencia real, y cuya existencia no podemos negar porque las vemos a diario. Así que lo que nos toca a los hombres es usar de los misterios de la religión como hizo David: sencillamente, como un medio para imprimir en nuestro espíritu la grandeza inescrutable de Dios Todopoderoso. Los misterios de la religión se miden por cómo los soberbios intentan conciliarlos con su propia capacidad de comprensión, y por cómo los humildes los concilian con el poder de Dios. El humilde glorifica a Dios por ellos, el soberbio se levanta a sí mismo contra ellos.
[Beato] John Henry Newman Sermones parroquiales /4, Encuentro, Madrid, 2010, traducción de Víctor Garcia Ruiz, p. 298-99
A lo mejor está feo, pero copio y pego en mi blog porque últimamente he tenido un debate de esos. Espero que el texto ilumine algo a alguien (aunque no espero mucho, jeje).
ResponderEliminarSaludos.
Ángel, hay una metáfora musical que me encanta para la trinidad: el acorde. Tres notas que suenan en una y, lo más importante: una nota en la que suenan tres.
ResponderEliminarOye, muy buena comparación (a pesar de que ninguna al final sea buena, pero eso es otro problema).
ResponderEliminar