Que a la ley dura que puso el pecado en nuestra carne, y a lo que heredamos del primer hombre y que es hombre viejo en nosotros, lo llama bien «yugo de pesadumbre», porque es carga muy enlazada a nosotros, y que mucho nos enlaza; y «vara de su hombro» porque con ella, como con vara de castigo, nos azota el demonio. Y dice «de su hombro», por semejanza de los verdugos y ministros antiguos de justicia, que traían al hombro el manojo de varas con que herían a los condenados. Y es «cetro de ejecutor», y «en nosotros», porque, por medio de la mala inclinación del viejo hombre que reside en nuestra carne, ejecuta el enemigo su voluntad en nosotros. Lo cual todo quebranta Cristo cuando de lo alto del alma estiende su vida a la parte baja della, y viene como a nacer en la carne. Y «quebrántalo como en el día de Madián». Que ya sabéis en qué forma alcanzó victoria Gedeón de los madianitas, sin sus armas y con sólo quebrar los cántaros y resplandecer la luz que encerraban, y con tocar las trompetas.Que así sea.
Porque comenzar Cristo a nacer en nosotros no es cosa de nuestro mérito, sino obra de su mucha virtud, que primero, como luz metida en el medio del alma, se encierra allí, y después se descubre y resplandece, quebrantando lo terreno y carnal del sentido. A cuyo resplandor, y al sonido que hace la voz de Cristo en el alma, huyen los enemigos y mueren. Y como en el sueño que entonces vio uno de los del pueblo contrario, un pan de cebada, y cocido entre la ceniza, que se revolvía por el real de los enemigos, tocando las tiendas, las derrocaba [Jue. 7.13], así aquí Cristo, que es pan despreciado al parecer y cocido en trabajos, revolviéndose por los sentidos del alma, pone por el suelo los asientos de la maldad que nos hacen guerra, y finalmente, los abrasa y consume, como dice luego el Profeta: «Que toda la presa o pelea peleada con alboroto, y la vestidura revuelta en las sangres, será para ser quemada, será mantenimiento de fuego.» Y dice bien «la pelea peleada con alboroto», cuales son las contradicciones que los deseos malos, cuando se encienden, hacen a la razón, y las polvaredas que levantan, y su alboroto y su ruido.
Fray Luis de León. De los nombres de Cristo III, Hijo de Dios, p. 391-2 San José Lera.
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