La Biblia ve primeramente una alusión a la risa incrédula y triste de Abrahán y Sara, que se negaban a creer que aún pudieran tener un hijo (cf. Gen. 17,17; 18,12) . Pero con la realización de la promesa brota la risa alegre, en la que la crispación de la soledad se disuelve en la alegría del cumplimiento (cf. Gen. 21,6). Tradiciones posteriores ya no refieren la risa simplemente a los padres de Isaac, sino a él mismo. Y de hecho, ¿no tenía motivos para reír cuando, tras la enorme tensión del miedo mortal, el carnero enredado se mostró repentinamente como la solución del enigma? ¿No había de reír, cuando el drama triste y estremecedor de la ascensión y la atadura encontraron de repente una conclusión tan inesperada y, tras el aterrador comienzo, casi cómica, aunque no por eso menos liberadora y redentora? En ese momento se mostró que la historia universal no es una tragedia, la inevitable acción trágica de potencias antagónicas, sino divina commedia: quien había puesto la mirada en lo último podía reír.(...)
En otro tiempo, fue propio de la liturgia barroca el risus paschalis, la risa pascual. El sermón pascual debía contener una historia que provocara la risa, para que la iglesia resonara con alegres carcajadas. Ésta podía ser una forma algo superficial y exterior de alegría cristiana. Pero ¿acaso no es realmente algo muy hermoso y apropiado que la risa se convirtiera en símbolo litúrgico? ¿Y no nos agrada que en las iglesias barrocas, desde el juego de los angelotes y de los ornamentos, nos siga llegando el eco de la risa con que se proclamó la libertad de los redimidos? Y ¿no es signo de una fe pascual que Haydn dijera de sus composiciones eclesiásticas que, con el pensamiento de Dios, había sentido tal alegría, que "yo [prosigue] como quisiera expresar palabras de súplica, no podía reprimir la alegría, sino que exteriorizaba mi ánimo gozoso y encabezaba los Miserere, etc. con 'Allegro'?"
Joseph Ratzinger, Imágenes de la esperanza. Itinerarios del año litúrgico, Encuentro, Madrid, 1998, p. 47-48 y p. 51
Hombre, visto así, como una explosión de la risa, va a empezar a gustarme el barroco. Maravillosas y consoladoras reflexiones.
ResponderEliminarMuy edificante tu post, aunque a mí, que tengo el alma calvinista, me repele tanto recargamiento.
ResponderEliminarMe gusto esto: "En ese momento se mostró que la historia universal no es una tragedia, la inevitable acción trágica de potencias antagónicas, sino divina commedia: quien había puesto la mirada en lo último podía reír".
ResponderEliminarY lo de Haydn es magnífico.
Entrada para marcar.
Con JI: ¡Para enmarcar!
ResponderEliminarLo de la risa de Isaac me ha llegado muy hondo, y Haydn, y Ratzinger, y el barroco...
Has sacado a tus "tocayos" suspendidos del oropel, y me temo que no me fijé en ellos cuando concelebré este verano bajo sus alas. Quizá estaba demasiado pendiente de otras cosas o distraído (el botafumeiro...). Aprovecho para repasar la conjugación del verbo hebreo tsjak צחק (s?e parece a mesajek, yo juego, y ¿no es casi lo mismo)Saludos desde Pucela.
ResponderEliminarJesús
"Como la luna era, y sus senos pequeños como manzanas en agraz todavía; su risa como el agua que del arcaduz rebosa en tiempo de sequía." Tras la muerte de Sara, Jiménez Lozano imagina a Abraham acordándose de la risa de Sara. Quizás sea la risa el tesoro que dejemos a los demás.
ResponderEliminar-¿Por qué te ríes? -le hubiera dicho Abraham a Sara
-No me he reído -habría respondido Sara riéndose.
-¿Cómo no reír?
(Que Jiménez Lozano me perdone.)
Vaya, Concha, qué bueno. Estoy leyendo ahora libros de Jiménez Lozano: este tiene que caer ya.
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