viernes, 9 de octubre de 2009

Retórico sentimentalismo

Iba a divertirme como la primera vez, pero salí lleno de amargura.
Todo el mundo iba de negro (o gris); había gente con pantalones pitillo o con chandal, pero todos de oscuro, salvo cuatro como yo. Yo iba con la chaqueta de Geox transpirable que me compraron mi madre y Eva y que me está viniendo muy bien en este entretiempo lleno de lluvias y claros.
Llegó el Conselleiro de Cultura y le dio dos besos al Director cesante, Manuel Olveira, quizá para escenificar el beso de Judas -es él el que le ha echado o quizá para realizar una performance (que dentro del CGAC todo es susceptible de metaforizarse).
Se inició el acto. No estaba el nuevo director; habló un tío del Museo, medio minuto, en castellano: el mensaje era que mejor ver la exposición que hablar sobre ella.
Habló luego la comisaria [artística], Eva González-Sancho, muy guapa en su vestido sobrio: habló en castellano y dijo que no iba a decir mucho porque explicar la exposición exigía "mucho tiempo en el buen sentido de la palabra" (sic). Habló de «superposición de narrativas». Hasta hace unos días figuraba como comisario de la exposición Olveira: la tal Eva le dio las gracias; él estaba apoyado -esto es importante, no sentado-, detrás, junto al ventanal.
La comisaria sobrevenida cedió la palabra a Dora Garcia, La Artista (sic), que dijo en castellano [es de Valladolid] que estaba afónica y que no iba a decir mucho: de hecho no dijo nada. Iba vestida como para arreglar un tractor.
Yo estaba cansado -todavía tengo que regular bien la pastilla del tiroides, después de un mes sin tomarla, por la gammagrafía, que salió bien, gracias a Dios-, así que me senté sobre el frío mármol de la repisa de recepción -de Alvaro Siza [ese que tuvo que poner barandillas muy a su pesar, después de que se esnafraran varios visitantes; lo cuenta Díaz Pardo, no yo].
Leyó el nuevo conselleiro unas cuartillas en gallego: contexto estatal / sistema cultural [arghhh] / no noso país [=Galicia] / atópase / atrapado en signos. Dio las gracias por su presencia a Juana de Aizpuru, una señora cardada de pelo teñido de rojo-marrón.
Ahí fue cuando una empleada del CGAC me dijo que no podía estar sentado allí. Le dije que qué pasaba si no quería moverme: me dijo que iba a llamar a los de seguridad. Le dije así, de golpe, como me salió: tengo cáncer de tiroides; y al decirlo me pareció que estaba diciendo una mentira o que estaba aprovechándome de algo serio o que estaba utilizando las palabras como arma. En realidad debería haber explicado lo de la gammagrafía, pero no tenía ganas, estaba cansado y cabreado de haber ido, de estar metido allí, de toda la farsa y de lo legalistas que son todos los del CGAC, esos que van de transgresores siempre. La tipa, en vez de achantarse, me ofreció una silla: la acepté y me senté allí delante de todo el mundo, como un inválido.
Mientras, dos pavos estaban cantando en inglés con la música de fondo que estaba poniendo 'Dora' en su portátil. Luego soltaron una larga parrafada sólo en inglés: una de las mayores gilipolleces que he visto en los últimos tiempos.
Y comenzó la visita a la exposición: nada más entrar, en la pared, en grandes letras de oro, esto:
Una buena pregunta debe evitar a toda costa una respuesta.
Puro bullshit de frase, si se me permite la expresión.
Y lo demás, pues más de lo mismo. Al entrar de la zona de abajo había una mesa con muchos ejemplares de Farenheit 451 de Bradbury impresos especularmente (= los puedes leer, pero poniendo las hojas junto a un espejo). Al lado, uno de seguridad impedía que la gente ignorante se los llevara como recuerdo.
Y luego, había una zona con libros en los que ponía: Steal this book (y en la contraportada, Robe este libro). No les habría costado nada ponerlo también en gallego (Roube este libro) o así (Ro(u)be este libro), pero no. Seis mil ejemplares para que se lleve la gente.
Yo cogí tres, no sé por qué, luego me arrepentí: en ellos Dora pone -en inglés, francés, alemán y castellano; no, en gallego no- sus correos con la gente con la que ha hecho sus como se llamen: una mierda (pardon my French).
Y una chica estaba escribiendo en un portátil. Y en la pared de enfrente aparecía en una pantalla lo que ponía. Me acerqué luego a ella y puso que un señor se había puesto a su lado y había robado un libro: le dije que había cogido tres y obedientemente escribió que yo había cogido tres. Yo le dije que me extrañaba que escribiera en castellano: ella escribió que me extrañaba que escribiera en castellano. Esperé a ver cómo lo escribía y me corregí y le dije que en realidad me alegraba de que escribiera en castellano. Y ahora pienso si la perjudiqué con esto: lo siento, maja, parecías muy buena persona.
Y me fui y me quedé por segunda vez sin probar los canapés del CGAC, triste, con la sensación de haber mentido o al menos de haber utilizado el cáncer que tuve, como un arma arrojadiza, porque no me apetecía darle la razón a una del CGAC. Y pensando en aquello que me dijo López Eire, catedrático de griego de Salamanca que murió hace un año en un accidente, de que todo es retórica, de que siempre queremos convencer de algo cuando decimos algo.
Y es una frase envenenada que me ha perseguido tiempo (menos mal que me salvó Girard): y de la red de palabras y de la superposición de narrativas no nos salva más que el silencio y la entrega, no la palabrería ni mucho menos la retórica.
Y ahora, ¿qué hago yo con los tres libros?: ¿tirarlos al contenedor? ¿quemarlos como en un acto inquisitorial, para que Dora pueda presumir de que uno del Opus quemó sus libros? ¿hacer bookcrossing? Por ahora va ganando la opción de devolverlos al CGAC, que seguro que tendrían problemas de stocks.
Y me he prometido no volver a una inaguración del CGAC salvo para los canapés y para echarnos unas risas con alguien. Pero solo no, que salgo tristón y jurando improperios por lo bajo.

13 comentarios:

  1. Pues yo volvería, así te salen entradas tan redondas como ésta.

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  2. Es genial, Ángel. Qué entrada más buena...

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  3. Desexo que esteas ben...

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  4. Vaya, muchas gracias por los elogios.
    Y Carlos, sí, estoy bien, sólo cansado a veces, por los reajustes de la pastilla del tiroides. Y tendría que haberle dicho a la tipa que me dejara en paz, que por cinco minutos no le iba a pasar nada al mostrador de mármol de Siza.
    ¡Y yo que fue a ver qué decía el nuevo director y no apareció, el tío!

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  5. A veces tus entradas del CGAC me parecen un poco ventajistas, pero bueno, alégrate, parece que las cosas van a cambiar , y estimo mucho la perseverancia en seguir yendo y escribiendo del tema. A la siguiente inauguración, si te parece, te acompaño. Me ha hecho gracia pensar que vayan a depurar a empleados del CGAC por tu culpa, ¡que tengo buenos amigos ahíy no sabes las miserias que se pagan!

    Por cierto, hace ya bastante tiempo que sigo este blog y esta me ha parecido la mejor entrada.

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  6. Nes, espero que los empleados del CGAC no sufran represalias.
    Y mis esperanzas de que el CGAC cambie son mínimas: mismos perros con distintos collares.
    ¡Y gracias por el elogio!

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  7. Deberías empezar un blog nuevo (C'est GAC ¿Te gusta? Te lo dejo...), juntar todas las entradas que ya has escrito sobre el mismo e irle añadiendo las posteriores; iba a dejar huella... Lo del beso de Judas, lo de la chica del portátil y lo de quemar los libros (consejo: contenedor azul...) son de los mejores "momentos lectores" que he tenido en mucho tiempo.
    Ojalá inauguren algo en Navidad; así podré seguir tus pasos por el centro de arte con mi cuaderno de campo, tomando apuntes de tu comportamiento como hago con las aves para publicar yo después mi propia entrada... Y probar esos famosos canapés, claro.

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  8. Qué gran nombre sería, Antón, pero no voy a meterme en más blogs temáticos: y últimamente el arte contemporáneo me entristece más que otra cosa. Pero cuando vengas por Navidades podemos hacer una visita y seguro que nos echaremos unas risas, que todavía estará la exposición de Dora y podremos coger varios libros e intentar robar algún ejemplar del Farenheit 'especular'.
    Después de pensar en hacer algo desmesurado -retórico- con los libros, como quemarlos o dejarlos en la ventana para que se mojaran, lo siguiente que pensé fue llevarlos al contenedor azul, pero hubiera sido una solución demasiado fácil. Cada vez va ganando más puntos lo de devolver los tres libros al CGAC, que no sabrán qué hacer con ellos.

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  9. Aunque no guarde relación con esta entrada, me encantó tu entrada sobre Diane Arbus. Es una de mis fotógrafas preferidas, me dan ganas de coger la cámara y salir a la calle siempre que veo sus fotos... Pero ahora la gente no se presta tanto, no te creas: se esconden en cuanto te ven :-)

    Un saludo

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  10. Gracias, Lectora, por pasarte por aquí: a mí me impresionaron también mucho las fotos de Diane Arbus, lo mejor del CGAC en mucho tiempo.

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  11. Puedes quemar esos ¿libros? en mi nombre. Yo no soy del Opus.

    Agradecido.

    Martínez

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  12. No, Martínez, que no puedo decir que lo he hecho en tu nombre, que me acusarán de quemarlos por espíritu inquisitorial. Por ahora están en una mesa, cogiendo polvo.

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