Qué vi: En la pared unos paneles con textos llenos de tachones y dibujitos geométricos (supongo que para dar una impresión de planificación elaborada, aunque el vídeo lo grabaron exactamente hace quince días). En la pantalla, un vídeo larguísimo sobre un tío al que le está grabando una tía -que a veces habla con él- mientras recorre las calles de Santiago y se encuentra con gente y hace cosas bastante anodinas y/o estúpidas. En la mesa donde están los auriculares, un libro (pone que sólo se han hecho cinco ejemplares) de Diego Ameixeiras, Crónica dun paraugas roto.
Qué me pareció: pues claramente, UNA MIERDA. Quizá esperaba más de él, porque me habían hecho gracia unos montajes suyos anteriores (hablé de ello ya), pero el vídeo es uno de los mayores bodrios que he visto en mi vida, tan pretencioso además (leed lo que pone en su web ¡en inglés!), tan repelente el actor (Sergi Torrecilla, que hace de Ev -sic-) tan estúpido todo. Dice el artista que el mayor esfuerzo fue encontrar al actor: pues te has cubierto de gloria, majo. Lo único gracioso es que ponga el título y los títulos de crédito en gallego y el tal Ev sólo hable en castellano, por eso de la lengua común, supongo. La impresión es que lo hizo todo a toda prisa y le salió un bodrio que ahora quiere justificar con explicaciones especiosas (hay que ir a su web, aunque parece que también la tiene a medias) sobre el lector modelo y trapalladas similares. El libro del tal Ameixeiras es también una mierda pretenciosa.
Qué decía el folleto:
Desde 2007, Rubén Grilo (Lugo, 1981) desarrolla un proyecto abierto y sin fecha de término [¡oh!], con respecto a Ev, un personaje interpretado por un actor que representa la posibilidad de su interlocutor ideal. Durante los tres días que duró el rodaje de este primer capítulo del proyecto O mundo é teu la ciudad de Santiago se convirtió en un escenario diseñado para su protagonista. El intérprete deambuló [deambuló] por las calles compostelanas perseguido [vaya, yo creía que la chica de la cámara y Ev eran amigos] por una cámara reaccionando a las provocaciones de veinte actores [¿tantos?] y multitud de personas reales en una trama que mezcla realidad y ficción para expresar centrífugamente [ja, ja: expresar centrífugamente] la presencia del CGAC en su entorno. Entre juego de rol y teatro-realidad [moderno, eh], el proyecto se formaliza en una triple narrativa: un vídeo vertiginoso [vertiginoso es el aburrimiento que produce] editado con el formato de un reality show televisivo [ya te gustaría]; el despiece mural de las diferentes referencias y claves que conformaron el eje del guión que se trazaba sobre la ciudad; y por último, una investigación literaria [es muy fuerte eso de llamar investigación literaria a eso] paralela, realizada por el escritor Diego Ameixeiras (Lausana, Suiza, 1976), que reinventa los contextos y psicologías de los personajes esbozados en una deriva más allá de lo proyectado [una deriva más allá].
Esta es una de esas cosas con las que uno no sabe si reir o llorar.
ResponderEliminarYo por si acaso me he partido de risa.
Le parecerá una "MIERDA", pero deduzco entonces que le atrae la "MIERDA" porque es un asiduo visitante del CGAC. ¿Cuándo va a reconocer que le gusta el CGAC más que otros museos? Tan "MIERDA" no será cuando no sólo visita el CGAC, sino que lo comenta. Quizás sea el museo que más veces ha visitado de su vida. Sea un poco más auténtico y sincerese consigo mismo.
ResponderEliminarVenturetto, yo me he releído ahora en esta entrada y me he vuelto a echar a reír.
ResponderEliminarD. Francisco, es verdad, me lo tengo que mirar. Una solución sería encontrar trabajo en Madrid: iría cada poco al Museo del Prado y nunca tendría motivos para quejarme. Pero sí, un poco kafkiano sí que es lo mío: no es nomrmal dedicarle siete días a una exposición como esta.
A lo mejor es que la oferta de museos en Santiago no es muy atractiva, digamos.
ResponderEliminarPara mí, el amparo económico institucional a este tipo de engendros "artísticos" perpetrados por gente cuyas notas más definitorias son la juventud ignorante y pretenciosa y/o la caradura adaptaticia (con perdón) del superviviente, están en la línea de demolición desde dentro del gran edificio cultural desde el que aún nos asomamos al mundo y su historia. Revestir las creaciones contemporáneas con esa retórica pseudotécnica, sólo en apariencia explicativa, tiene la única pretensión de resultar ininteligible y de poner al pobre espectador que no entiende nada cuatro peldaños por debajo de Su Santidad el Artista Subvencionado y de Su Majestad el Político Subvencionador. ¿Qué alguien me explique, si no, por qué los políticos, de todo signo, han hecho una apuesta tan fuerte por el arte contemporáneo y ya no hay en España ciudad mediana, y casi ni pequeña, que no tenga su CAC?
ResponderEliminarMe has alegrado la tarde con las rúbricas; se agradece :-)
ResponderEliminarTengo que hacer de nuevo una parada en la lectura de esta serie del "CGAC" porque me deja impresionado (y me aterra) descubrir gracias a sus comentarios que el Sr. Ameixeiras también haya estado metido en estas zarandajas de las artes visuales. Tuve la desgracia de leer en una ocasión una novela suya (sic) y sólo puedo decir que aquello era un despropósito total, una afrenta al idioma gallego, al género de la novela policial y a la literatura occidental (así, en general). No me quiero ni imaginar entonces cómo debía ser su aportación a la instalación de marras...
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