En el viaje de ida y en el de vuelta (520 kilómetros de cada, cuatro horas y media), el amarillo domina en los tojos de las laderas entre Piedrafita y el Bierzo; por Castilla los campos de cereal están todavía verdes pero ya no tanto, se tiran también al amarillo.
Y por las carreteritas de Burgos mi madre me señaló los gamones, que nos explicaba un profesor que eran los asfódelos de los griegos y crecían en esas praderas por las que vagaban las almas de los muertos.
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