Ayer salí de la Facultad a la misma hora y me paré en la plaza del Burgo das Nacións, dando la espalda a las pintadas: y allí, venidas de casa, bandadas de estorninos volvieron a hacerme la ola: eran nubes de puntos, se movían en bandos, se dividían, se posaban en la fila de árboles (en Flannery siempre hay una fila de árboles al fondo), a una señal se daban una vuelta rasante por el cielo con colores de puesta de sol. Señor, pero qué días más maravillosos nos estás regalando, nosotros que nos preparábamos para un invierno con cielos de farrapos.
En los árboles había unos pájaros blancos con alas, cabeza y cola negra, muy comunes, pero no sé su nombre (Antón, ayúdame, que así, sin saber dar nombre a los pájaros, no voy a hacer carrera como escritor).
El día anterior había visto lo mismo, pero sólo me había quedado un momento, porque se me ocurrió ir al Auditorio a ver qué ponían: había una exposición del Quinto Premio Auditorio de Galicia para novos artistas 2007. Pasé un rato agradable viendo lo que exponían -y me diréis, con razón, que me paso el día criticando el arte contemporáneo, pero sin dejar de visitarlo- y observando cómo se palpaban influencias, muchas de ellas de exposiciones recientes del CGAC: había uno que imitaba a Helena Almeida, una foto a lo Tillmans, un vídeo a lo Congost. La mayoría de las cosas me decían poco o nada: ilustraciones a la filosofía contemporánea, con eso está dicho todo. Había un premio 'del público', yo voté a Mauro Trastoy, del que había visto unos cuadros el día anterior en la galería de la Rúa del Villar 48, aunque podría haberlo hecho también a Suso Fandiño.
Son urracas. No sé por qué la gente tiene la idea de que las urracas son completamente negras; pero no, son así, pías, con reflejos azules, verdes y morados al sol.
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