El aire que ponía todo de color caramelo ayer había desaparecido esta mañana, sustituido por el tradicional gris. Es más facil pintar con colores pastel, fijarse en las auroras, los anocheceres, pero un día oscuro, con la amenaza del dentista y el estómago no agradecido, no invita a hacer bosquejos. Con azules oscuros, grises ceniza y negros no sé pintar.
Pero luego está el césped muy verde -no tanto como ayer que dolía verlo-, las camelias a reventar, la mimosa de la Avenida de Coimbra, que se dobla bajo el peso de tanto amarillo.
Junto a mi Facultad, a la vista de la pintada de Puta Espanha (sic), un arbusto de camelias reviradas entre el rojo y el blanco, que no había visto nunca: ¡y he pasado miles de veces al lado! Yo hasta ahora creía que sólo había camelias rojas, blancas y rosas, pero no mezcladas, abigarradas.
Y entre el fondo oscuro pongo -como en el cuadro de Velázquez- puntos rojos, blancos, rosas, verdes brillantes y borrones de un color entreverado de rojo y blanco.
Precioso, pero me parece que te has dejado la mimosa.
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