miércoles, 9 de enero de 2008

Esta rosa

Adoctrino a mis alumnos en clase contra Platón: antes intentaba ser neutro, pero ya no.
Le veo un gran peligro a ese Platón, que se me aparece en los sitios más insospechados: detrás de esa afirmación estúpida de que hay que dejar de leer novela después de los cuarenta, le veo detrás de eso que llaman el amor platónico (que por otra parte ni es amor ni es platónico, de hecho), le veo en todo lo descarnado, en el elitismo.
Les propongo a mis alumnos a Aristóteles: no LA ROSA pura, sino esta rosa. Y me acuerdo de nuestro jardín con las hortensias podadas (llegaron a medir tres metros), con los rosales a punto de siega, pero con el camelio empezando a florecer, con los agapantos que se fortalecen y se reproducen bajo tierra.
Y en mi habitación acaba de florecer una orquídea; me la regalaron el año pasado, del Departamento, cuando me operaron. Estaba llena de flores blancas que duraron mucho. Luego se quedó sin flores y ahora vuelven a salir. Al lado, la guzmania que me han traído los Reyes: estas orquídeas y esta guzmania.
Pero qué bien escribe Platón: escribiendo tan bien es imposible que no atisbara la encarnación.

14 comentarios:

  1. Con eso del amor platónico acabo de darme cuenta de que este tío es el responsable de todas las penurias vitales de mis últimos 10 años de vida.

    Como me lo encuentre por la calle se va a enterar.

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  2. Si, como afirma el griego en el Cratilo /
    el nombre es arquetipo de la cosa /
    en las letras de rosa está la rosa /
    y todo el Nilo en la palabra Nilo
    .

    Totalmente de acuerdo. El platonismo tiene mucho peligro. Aunque también lecturas positivas: ahí tienes a San Agustín.

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  3. La "descarnación" que produjo el pensamiento helenístico (por influjo de Platón, fundamentalmente) se plasma hasta en la Biblia. Cuenta tu dilecto José Jiménez Lozano que la primitiva versión hebrea del célebre lamento del libro del Qohélet era "humo de humo, y todo humo" (o algo así), después convertida, tras pasar por el filtro del griego, a la versión conceptualizada de "vanidad de vanidades, y todo vanidad". Así con todo.

    Esto me recuerda, cómo no, a nuestra también querida Flannery O'Connor, cuando define a la narración como "el arte de la encarnación". Qué bien supo ver ella que el cristianismo rescata la carne, la materia, la redime hasta sus últimas consecuencias.

    Y por fin -como las asociaciones de ideas son incontrolables y van absolutamente por libre- todo esto me lleva a pensar en la homilía pronunciada por San Josemaría Escrivá de Balaguer en el campus de la Universidad de Navarra, va a hacer ya 40 años, y publicada después bajo el título "Amar al mundo apasionadamente", de la cual me permito rescatar estos párrafos:

    "...o sabemos encontrar en nuestra vida ordinaria al Señor, o no lo encontraremos nunca. Por eso puedo deciros que necesita nuestra época devolver a la materia y a las situaciones que parecen más vulgares su noble y original sentido, ponerlas al servicio del Reino de Dios, espiritualizarlas, haciendo de ellas medio y ocasión de nuestro encuentro continuo con Jesucristo.

    El auténtico sentido cristiano que profesa la resurrección de toda carne se enfrentó siempre, como es lógico, con la desencarnación, sin temor a ser juzgado de materialismo. Es lícito, por tanto, hablar de un materialismo cristiano, que se opone audazmente a los materialismos cerrados al espíritu (...)".

    Perdón por la licencia, pero como me siento como en casa, no me he "cortado". Y es que esto es mi vida...

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  4. Verónica, te gustará si no lo has leído -la recomendación es global- Transformación del mundo, de Martin Ronheimer, en Rialp. El subtítulo es “La actualidad del Opus Dei”, me parece. Reúne cuatro ensayos sobre el espíritu de la Obra, el primero es un amplio comentario a la homilía del campus, pero el que me pareció realmente brillante es -creo- el segundo, que hace una síntesis histórico-teológica del aprecio por el trabajo en el mundo protestante, y lo pone en conexión con el espíritu del la Obra.

    Sobre Platón y su influencia en el divorcio entre “las dos culturas” (científico-técnica y humanística, y a mi juicio posiblemente el mayor drama de la modernidad), interesante también el ensayo “Las dos culturas” de Alain Finkielkraut, recogido en un libro magistral titulado Nosotros, los modernos, editado en español por Encuentro.

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  5. ¡Olvidé comentártelo! ¡Qué tonto soy! Antes de irme de Orense, me dio tiempo de ver que los primeros camelios ya habían florecido...
    ¿Que de qué color? Rosa pálido, rhodos, por supuesto :-)

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  6. A mí lo de los agapantos (los de tu jardín, los del mío) me ha llegado al alma.

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  7. Buenas noches.
    Imagino que serán de Santiago de Compostela, así que tal vez te interesa pasarte por mi blog:
    http://capitaldegalicia.blogspot.com

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  8. No sé, yo cada vez entiendo menos a quienes explican a Platón. Y no es por nada, pero parece que Aristóteles es una influencia perniciosa para la comprensión de Platón.

    Respecto a la presunta disyuntiva de «la rosa en sí o esta rosa» cabe suponer que Platón sea imbécil o que esté refiriéndose a algo distinto.

    Puede ser que Platón no de para mucho (es uno de los genios de la literatura griega y alguien por ahí parece que dijo que la filosofía occidental es una nota al pie de sus obras (o algo así).

    Pero quizá sea más posible que «ser rosa» no sea exactamente lo mismo que «ser esto» (en otro caso, «ser rosa» no sería nada distinto de «esto», y parece que lo es, tanto por la rosa como por esto).

    Para Platón la realidad fáctica es la de las cosas («físicas», si se quiere). El problema por el que no entendemos esto es por la mentalidad ganadera, esto es, pensar que lo que él llama εἶδος son res, esto es, cosas. Que sea real no implica que sea una cosa. (Curiosamente Aristóteles explica la realidad de modo análogo, manteniendo la expresión εἶδος, pero sobre él no pesa la acusación de «idealismo» [o «desencarnacionismo», como parece que decís aquí]).

    Y el problema de Aristóteles es claro. Por supuesto que Platón siempre está equivocado (no es cuestión de tener razón o no, por cierto), porque la explicación se realiza desde coordenadas aristotélicas. Con ingredientes platónicos y sunandos aristotélicos, lógicamente, las cuentas no salen, porque no pueden salir.

    Es posible que Platón «se equivoque» o tenga incoherencias. Pero no desde las exigencias de Aristóteles (que son extrínsecas), sino desde las propias exigencias intrínsecas que Platón marca.

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  9. ¡No puedo aplaudir más fuerte!

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  10. Gracias, Agus, por la recomendación. Conozco el libro y a su autor, y lo tengo entre los próximos (cien o doscientos) libros (ay!) que tengo en la parrilla de salida... Con tus palabras, ha adelantado unos cuantos puestos. Un abrazo.

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  11. Acogiendome, anque sea tarde, a esta conversación, me permito recomendar un libro. Un libro que creo habla sobre el mismo tema:
    "Veronica. Dialogo de historia y el alma carnal" Ch. Peguy.

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