Llamo a puerta de la piedra:
-Soy yo, déjame entrar.
No busco en ti refugio eterno.
No soy infeliz.
No me falta techo,
tengo mundo a donde volver.
Entrar‚ y salir‚ con las manos vacías.
Y en prueba de mi genuina presencia
no presentar sino palabras
a las que nadie da crédito.
-No entrarás -dice la piedra-.
No tienes sentido de participación.
Y me acordé de Ángel Gónzález, de su primer libro, Áspero mundo y del poema del mismo título que lo abre:
Te tuve
cuando eras
dulce,
acariciado mundo.
Realidad casi nube,
¡cómo te me volaste de los brazos!
Ahora te siento nuevamente.
No por tu luz, sino por tu corteza,
percibo tu inequívoca
presencia.
...agrios perfiles, duros meridianos,
¡áspero mundo para mis dos manos!
Vaya, qué amor al mundo tan grande: a ver si voy a dar en panteísta.
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