Hemos estado hoy en Chillida Leku (El sitio de Chillida): yo era el escéptico del grupo (aunque respetuoso). Chillida trabaja el hormigón la piedra el hierro y quiere abrir huecos líneas espacios hendiduras aire luz negra en la piedra. Yo me acordé de Conversación con una piedra, un poema de Wislawa Szymborska (una enmienda a la totalidad) que está en el top 5 de mi lista de favoritos en poesía:
Llamo a la puerta de la piedra:
-Soy yo, déjame entrar.
Quiero estar en tu interior,
mirar en derredor,
aspirarte como aliento.
-Vete -dice la piedra-,
estoy herméticamente cerrada.
Aun deshechas en pedazos
seguiremos cerradas
Aun trituradas en arena
a nadie le abriremos.
Llamo a la puerta de la piedra:
-Soy yo, déjame entrar.
Vengo por pura curiosidad.
La vida para ella es única ocasión.
Quiero ver tu palacio
y luego visitar también la hoja y la gota de agua.
No tengo mucho tiempo para todo eso.
Mi condición de mortal debería conmoverte.
Llamo a puerta de la piedra:
-Soy yo, déjame entrar.
No busco en ti refugio eterno.
No soy infeliz.
No me falta techo,
tengo mundo a donde volver.
Entrar‚ y salir‚ con las manos vacías.
Y en prueba de mi genuina presencia
no presentar sino palabras
a las que nadie da crédito.
-No entrarás -dice la piedra-.
No tienes sentido de participación.
Ningún otro sentido te lo podrá suplir.
Ni siquiera una vista omnividente te serviría
de nada sin el sentido de participación.
No entrarás, tienes apenas un embrión de este sentido,
apenas un brote: la imaginación.
Llamo a la puerta de la piedra:
-Soy yo, déjame entrar.
No puedo esperar dos mil siglos
para estar bajo tu techo.
-Si no me crees -dice la piedra,
pídele a la hoja, te dirá lo que yo.
La gota de agua te dirá lo que la hoja.
Pregúntale al pelo de tu propia cabeza.
Me sacude la risa, una enorme risa
con la que no sé reír.
Llamo a la puerta de la piedra:
-Soy yo, déjame entrar.
-No tengo puerta -dice la piedra.
Llamo a la puerta de la piedra:
-Soy yo, déjame entrar.
Quiero estar en tu interior,
mirar en derredor,
aspirarte como aliento.
-Vete -dice la piedra-,
estoy herméticamente cerrada.
Aun deshechas en pedazos
seguiremos cerradas
Aun trituradas en arena
a nadie le abriremos.
Llamo a la puerta de la piedra:
-Soy yo, déjame entrar.
Vengo por pura curiosidad.
La vida para ella es única ocasión.
Quiero ver tu palacio
y luego visitar también la hoja y la gota de agua.
No tengo mucho tiempo para todo eso.
Mi condición de mortal debería conmoverte.
Llamo a puerta de la piedra:
-Soy yo, déjame entrar.
No busco en ti refugio eterno.
No soy infeliz.
No me falta techo,
tengo mundo a donde volver.
Entrar‚ y salir‚ con las manos vacías.
Y en prueba de mi genuina presencia
no presentar sino palabras
a las que nadie da crédito.
-No entrarás -dice la piedra-.
No tienes sentido de participación.
Ningún otro sentido te lo podrá suplir.
Ni siquiera una vista omnividente te serviría
de nada sin el sentido de participación.
No entrarás, tienes apenas un embrión de este sentido,
apenas un brote: la imaginación.
Llamo a la puerta de la piedra:
-Soy yo, déjame entrar.
No puedo esperar dos mil siglos
para estar bajo tu techo.
-Si no me crees -dice la piedra,
pídele a la hoja, te dirá lo que yo.
La gota de agua te dirá lo que la hoja.
Pregúntale al pelo de tu propia cabeza.
Me sacude la risa, una enorme risa
con la que no sé reír.
Llamo a la puerta de la piedra:
-Soy yo, déjame entrar.
-No tengo puerta -dice la piedra.
Me encanta...
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