Bien, no me he muerto, los terroristas no se dignaron responder a las expectativas creadas y ni bombas ni nada; parece que por la noche la policía les atizó un poco a los independentistas, cosa que me alegra a mí, a la policía y a ellos mismos, así que todos contentos. Por lo demás, me quedo con la pena de haber perdido esta oportunidad de ser mártir por la directa.
Pensando llegar con tiempo las Vísperas pero casi no. Esperaba encontrar sitio, pero estaba todo repleto. Yo me tuve que sentar al lado del presbiterio, en un pilar, sobre una piedra de esas que pueden producir cistitis y con vistas a los miles de peregrinos que deambulaban por los laterales en pantalones cortos y pieles sudadas mientras comentaban la jugada. Una encargadilla de la Catedral les chistaba cada cierto tiempo pero era peor. Menos mal que no tenía una ametralladora, porque la masacre habría sido colosal. ¿Y por qué no cierran la entrada a los turistas y nos quedamos tranquilos los que queremos estar en las Vísperas, rezando o simplemente oyendo la música? Nada, la masa todo lo ocupa y en esas estamos. ¡Maldita democracia, dijo alguien!
Así pues, no estuve en las mejores condiciones para apreciar las Visperas, presididas por el señor Arzobispo y cantadas por la Capilla Musical de la Catedral de Santiago. Qué bien cantaron, qué bonita la música de José de Nebra y Tomás Luis de Victoria. Maravillosa música que se hubiera merecido una situación mejor.
Merece la pena poner el texto del himno al que puso música de Victoria (ya estaba en el Codex Calixtinus):
Las antífonas gregorianas las cantaron también muy bien. Es un gran coro y me sentí muy orgulloso de que fueran de Santiago.
Con ese coro, con las maravillosas capas pluviales que llevaban los sacerdotes, con gente que había ido a rezar o a escuchar la música, todo hacía pensar en lo que sería esta catedral si la liturgia se cuidara siempre así.
Un entretenimiento añadido fue intentar adivinar cuál de los cantores era Mithrandir, pero nada, sigo a oscuras sobre su identidad.
Luego a casa a cenar y a las once y pico a salir otra vez. A la ida mucha gente con botellas para el botellón. Mal rollito me dio. En la Quintana vimos los fuegos pero sin sufrir el espectáculo de luz y sonido de la plaza del Obradoiro: este año me libré del homenaje a ¡los cien años del himno gallego!
Luego, con retraso, empezó el concierto de Orishas, hip-hop cubano que siempre me ha divertido, aunque el sonido estuvo especialmente mal. Pero el principal problema fueron nuestros vecinos de concierto, que parecía que habían tomado la poción multijugos. A un lado había un tarado autóctono que estaba con sus amigotes, al otro un guiri también mezclador de alcohol y petas, y los dos no muy conscientes de los límites. ¡Y yo allí! Al guiri, cuando se me estaba echando encima lo empujé en legítima defensa y se me puso farruco; pensé: ¡a mis cuarenta metido en una pelea callejera con un guiri y rodeado de gente que fuma porros mientras hace botellón!
Entonces supe que hasta aquí hemos llegado. Yo que nunca he ido a discotecas, que no conozco la noche, descubrí que no pinto nada en ella y menos a mis años. Se me apareció la imagen de Mick Jagger y Keith Richards arrastrándose por los escenarios y me acordé del poema de Juan Antonio González Iglesias que me regaló Enrique (por cierto, excelente artículo sobre Santiago):
Pensando llegar con tiempo las Vísperas pero casi no. Esperaba encontrar sitio, pero estaba todo repleto. Yo me tuve que sentar al lado del presbiterio, en un pilar, sobre una piedra de esas que pueden producir cistitis y con vistas a los miles de peregrinos que deambulaban por los laterales en pantalones cortos y pieles sudadas mientras comentaban la jugada. Una encargadilla de la Catedral les chistaba cada cierto tiempo pero era peor. Menos mal que no tenía una ametralladora, porque la masacre habría sido colosal. ¿Y por qué no cierran la entrada a los turistas y nos quedamos tranquilos los que queremos estar en las Vísperas, rezando o simplemente oyendo la música? Nada, la masa todo lo ocupa y en esas estamos. ¡Maldita democracia, dijo alguien!
Así pues, no estuve en las mejores condiciones para apreciar las Visperas, presididas por el señor Arzobispo y cantadas por la Capilla Musical de la Catedral de Santiago. Qué bien cantaron, qué bonita la música de José de Nebra y Tomás Luis de Victoria. Maravillosa música que se hubiera merecido una situación mejor.
Merece la pena poner el texto del himno al que puso música de Victoria (ya estaba en el Codex Calixtinus):
O lux et decus Hispaniae sanctissime Jacobe, qui inter apostolos primatum tenes, primus eorum martyrio laureatus!
¡Luz y honor de España, santísimo Santiago, que tienes el primado entre los apóstoles, premiado el primero con el martirio!
Las antífonas gregorianas las cantaron también muy bien. Es un gran coro y me sentí muy orgulloso de que fueran de Santiago.
Con ese coro, con las maravillosas capas pluviales que llevaban los sacerdotes, con gente que había ido a rezar o a escuchar la música, todo hacía pensar en lo que sería esta catedral si la liturgia se cuidara siempre así.
Un entretenimiento añadido fue intentar adivinar cuál de los cantores era Mithrandir, pero nada, sigo a oscuras sobre su identidad.
Luego a casa a cenar y a las once y pico a salir otra vez. A la ida mucha gente con botellas para el botellón. Mal rollito me dio. En la Quintana vimos los fuegos pero sin sufrir el espectáculo de luz y sonido de la plaza del Obradoiro: este año me libré del homenaje a ¡los cien años del himno gallego!
Luego, con retraso, empezó el concierto de Orishas, hip-hop cubano que siempre me ha divertido, aunque el sonido estuvo especialmente mal. Pero el principal problema fueron nuestros vecinos de concierto, que parecía que habían tomado la poción multijugos. A un lado había un tarado autóctono que estaba con sus amigotes, al otro un guiri también mezclador de alcohol y petas, y los dos no muy conscientes de los límites. ¡Y yo allí! Al guiri, cuando se me estaba echando encima lo empujé en legítima defensa y se me puso farruco; pensé: ¡a mis cuarenta metido en una pelea callejera con un guiri y rodeado de gente que fuma porros mientras hace botellón!
40Y yo, qué pinto entre los zombis, pensé. Y me acordé también de la oda a Juan Grial de fray Luis, el mejor poeta español; aquí las estrofas finales:
A los cuarenta años Djuna Barnes
harta de todo tipo
de excesos, se encerró
en su pequeño apartamento y nunca
más se movió de allí durante otras
cuatro décadas.
A los cuarenta años Marco Polo
volvió de su aventura por Oriente.
Le quedaba anotar
pacientemente tantos exotismos:
todas las maravillas en un libro.
A los cuarenta años Elio Adriano
después de sus estudios
de latín y de griego
y de haber recorrido
etapa por etapa
la formación completa de un romano,
consideró que estaba preparado
ya para gobernar.
Creo que no pinto nada en un concierto de hip-hop rodeado de multitudes que fuman porros y beben cerveza. Sólo me gustaría que en mis rollitos no entrase la masa, igual que yo no pienso ir a donde esté la hidra a partir de ahora.El tiempo nos convida
a los estudios nobles, y la fama,
Grial, a la subida
del sacro monte llama,
do no podrá subir la postrer llama;alarga el bien guiado
paso y la cuesta vence y solo gana
la cumbre del collado
y, do más pura mana
la fuente, satisfaz tu ardiente gana;no cures si el perdido
error admira el oro y va sediento
en pos de un bien fingido,
que no ansí vuela el viento,
cuanto es fugaz y vano aquel contento;
Y yo que me alegro de que sigas vivo. Por lo visto, no era fácil
ResponderEliminarVivito y coleando que es mejor todavía
ResponderEliminar¿Eres la cabeza barbuda 1 cm a la derecha de la mano con la que saluda el protagonista de la foto?
ResponderEliminarPor cierto, menudo montón de peña...
Sí, estoy al lado del pulgar del flipado.
ResponderEliminarARP, tío, te estás haciendo mayor. Se empieza por ir de vacaciones a Graz y se acaba atizándole con el bastón al yonkarras que está a tu lado fumándose unos tronchos, jajaja. To be honest, ya te noté esa vena cascarrabias más acentuada la última vez que nos vimos por España. A ver si cuando vaya en Octubre -después de pasar por Praga- te hago uno visitilla y veo si sigues igual de quemado con la vida,jaja.
ResponderEliminarMe alegro de que te gustara el oficio de vísperas. Como se encargó de repetir hasta tres veces Don José María Díaz, Deán de la Catedral, no era un concierto, y la verdad es que aparte de los turistas que no hacían más que dar el coñazo (no se puede ir a un lugar de culto con "cacoethes loquendi"). A veces cuando cantamos en la catedral, parece que la gente está más interesada en la arquitectura, en las personalidades,... hasta en el botafumeiro, al que sieeeempre le aplauden!! Parece que en este afán de volver a recuperar tradiciones, se va a perpetuar la del oficio de vísperas, para lo cual hay muchísima música escrita en el archivo de la S.A.M.I. Creo que tendreis música para rato!!
ResponderEliminarAcerca de quien soy, pues un colega filólogo, que en sus ratos libres hace (o intenta hacer) un doctorado sobre Tolkien. Pero de ese apartado ya te escribiré otro comentario en su sección correspondiente, quizá no con tanta nocturnidad. Saludos, y preparaos para el futuro: se prevee una misa en Si menor de Bach, la Petite Messe SOlennelle de Rossini, y el oficio de tinieblas de Tomás Luís de Victoria. Casi nada! Intentaré informaros con tiempo.