sábado, 25 de noviembre de 2006

Lluvia Blade Runner

Un día entero lloviendo como en Blade Runner: todo oscuro y ríos por la calle. Las camelias, que están empezando a florecer, se caen al suelo.
Pero hay momento en que sale el sol: la línea que forman esos árboles no autóctonos (como yo), los liquidámbares, con las hojas ahora de un rojo fuerte, nos recuerdan que no estamos en Blade Runner: estamos en el mundo que se precipita hacia su culminación, aunque el espejismo del otoño parezca decirnos que ese fin es un final, pero no.
¿Y por qué tengo que hablar de Blade Runner, esa película un poco pedante? Aquí no hay japoneses ni anuncios gigantes con señoras de ojos rasgados, y cuando llueve no llueve siempre. También entrevemos el sol. Y sin lluvia no hay camelias.

2 comentarios:

  1. La llama de las camelias. Preciosa entrada.

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  2. Muy bonita la entrada. Gracias a Dios, Santiago no se parece ni por asomo al mundo decadente ultramoderno de Blade Runner, a pesar de la lluvia. Eso sí, cuando llueve en Santiago, es inútil usar el paraguas: te mojas de todas formas. ¡Disfrútalo, y da recuerdos al Santo!

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