domingo, 29 de octubre de 2006

Hacia Cádiz (I)

Bien despierto a las siete de la mañana, vi un cartel de un pueblo/aldea/parroquia y se me ocurrió que podría servir de título para un kindergarten bilingüe: Forniños (perdón por el chiste malo, pero no quería quedármelo para mí solo).
En el vuelo a Madrid, un hecho que reputé como felicísimo augurio: se me destapó el oído, condenado varios días por el resfriado-humedad ambiente. Bien abierto lo necesitaba y el buen Dios me lo abrió (por causas segundas, que para eso están).
En el vuelo, jugadores de baloncesto del Breogán de Lugo; entre ellos reconocí a Alfonso Reyes; iba leyendo Archipiélago Gulag II (¡bien!). Luego, haciendo tiempo en la T4, vi pasar a Valdano. No hay nada como viajar.
Entre vuelo y vuelo, fui a misa a la Terminal 2; bastante fea la capilla, pero con el excelente humor que tenía me alegré: así me centraba mejor en la Misa y la estética no se convertía en obstáculo. Con todo y con eso (muletilla) estuve despistado: ni con consideraciones cenóticas se sujeta a la loca de la casa: me fijaba en la lista de misas y pensaba que estaría bien ponerla en el blog, en vez de pasar un montón de tiempo buscándola; luego hacía sociología eclesíastica mientras miraba a los otros asistentes a la Misa. Que me sirva de penitencia el post que pongo a continuación con la lista de misas: quizá otros estén más atentos que yo.
El aeropuerto de Jerez, como de juguete. Desde el cielo un paisaje bastante pobre; no sé cómo será en verano, o en primavera, pero ahora es bastante sobrio (y nadie, que recuerde, lo pone a parir, como se hace tanto ¡y tan injustamente! con el de Castilla).
Una chica dijo ¡Vaya! igual que Lolita Sevilla en Bienvenido, mister Marshall.
Llovía. El buen Dios me hizo un guiño: un arco iris perfecto, muy bajito, como aplanado, cuando salía con el autobús camino de Cádiz.
El autobusero se puso a hablar con dos de delante: uno de ellos había estado quince días en Galicia y afirmó que casi sucumbió a una depresión. Convienen en que el mejor clima es el de allí. El problema es que con eso toda la vida están de fiesta y no luchan por los derechos obreros. Largas exposiciones marxistas-obreristas-estoico-anticonsumistas. Nos han convertido en esclavos del consumismo. El autobusero explicó que tenía tres camisas y dos pantalones. Si quería comprar una flor (dijo una) a su mujer, por qué tenía que hacerlo el 14 de febrero. Lo que el quería era vivir, comer, pero los empresarios-políticos consiguen que la gente se dedique a consumir; por eso necesitan más dinero: así los tienen cogidos los empresarios. “Hacemos lo que le conviene al gobierno”. Los sindicatos: unos vendidos.
Entretenida la conversación, entre rachas de lluvia. Nunca dejaba de notarse el sol al fondo, así que era como una lluvia de mentiras.
Llego al Congreso, saludo a amigos. Expongo mi comunicación: pego una puñalada (sin remordimientos) a Valle-Inclán, otra a Antonio Machado (esa sí que me dolió), a cuenta de Castilla (en la línea de lo que dice Baltanás). El atento público, bien que escaso (siete -7-, entre amigos, conocidos y desconocidos) está atento. Me lee más gente en el blog que en todos los congresos a que he asistido.
Salgo corriendo; bajo, hago el signo masónico y reconozco a G.-M. en la entrada.

2 comentarios:

  1. Lo del signo masónico es una broma, aunque no original: me suena de haber leído algo así en alguno de los Diarios de Andrés Trapiello.

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