lunes, 30 de octubre de 2006

Hacia Cádiz (II)

Salimos con el coche en dirección a Carmona. Fueron dos horas de conversación a la ida y dos a la vuelta. Casi se nos pasa la entrada del pueblo, enfrascados en la conversación. Yo escuchaba y lo que yo mismo decía me parecía más interesante que otras veces, que es lo que tienen los buenos amigos, que nos hacen parecer mejores.
Yo había sido tan cafre de decirle en el correo en el que le anunciaba mi llegaba que tenía miedo de que nos cayéramos mal. Es verdad que no nos conocíamos, pero a mí me gusta mucho todo lo que escribe: su poesía, sus artículos, su blog, así que jugaba sobre seguro, pero quizá es que me estaba guardando las espaldas, porque tenía miedo de ser yo el típico tío plomo que cae sobre un lector desprevenido de mi blog, que con toda su buena voluntad tendría que soportarme, aunque fuera unas horas. Fui un grosero y no tenía motivos para ello, aunque también era la primera vez que me encontraba con una personalidad virtual en el ‘mundo real’™. En el peor de los casos, pensaba (y lo mismo me dijo luego García-Máiquez) podríamos contarlo en el blog (se ve que estamos atrapados, los dos, en esto de la escritura virtual). Hablamos de literatura, no de cotilleos. En el paisaje, llanuras en barbecho de color oscuro, a la puesta de sol. Pueblos blancos.
Lo que me enseñó el maestro García-Máiquez:
Tengo que leer poesía en voz alta, marcando las pausas versales y las cesuras.
Es dífícil: me puede la prisa, tengo mentalidad de scanner; como el scanner reconozco mal lo que leo y la poesía se pierde entre los resquicios. Durante años vamos leyendo cada vez más deprisa (supongo que algo tendrá que ver la mentalidad de extraer información que se nos mete a los que jugamos a investigadores), pero hay que leer cada vez más despacio, sobre todo lo que vale la pena. Yo venía de releer Campos de Castilla de Machado y acababa de comprender que las otras veces no había entendido nada.

5 comentarios:

  1. Vaya, pues no saldé mis deudas, porque tú me has enseñado muchas más cosas. Aunque, bien visto, esa una característica de los maestros: aprenden mucho más de lo que enseñan.
    Abrazos

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  2. Gracias por compartir vuestro encuentro en el blog. Estoy de acuerdo en que las prisas hacen que, a veces (sólo a veces), la poesía se escape por los resquicios (muy bueno lo del scanner). En provincias, tenéis la suerte de vivir a otro ritmo. A ver si se nos pega algo a vuestros ciberlectores madrileños; vuestros blogs son como un remanso al comienzo de la jornada... Un saludo, amigos.

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  3. Encantadores estos dos relatos de viaje, espero que haya al menos tercera parte. Me aplico el consejo de Enrique sobre la velocidad y la lectura y le pido prestada su paradójica sentencia sobre los maestros: aprenden más de lo que enseñan. ¿Te gustó Carmona? A mí me impresionó.

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  4. Lo del scanner buenísimo y el consejo mejor que mejor. Creo que es la receta que me va a venir bien.

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  5. Tiene razón Carlos, son buenísimos los dos relatos, agrego: escritos con la cabrza y "con el corazón".

    Me encanta lo que dices: "Fueron dos horas de conversación a la ida y dos a la vuelta. Casi se nos pasa la entrada del pueblo, enfrascados en la conversación. Yo escuchaba y lo que yo mismo decía me parecía más interesante que otras veces, que es lo que tienen los buenos amigos, que nos hacen parecer mejores".

    Viva la amistad!

    Personalmente, confieso que he conocido ya a amigos que antes eran virtuales y... fantástico!

    Incluso mejor de carne y hueso que virtuales!

    Un abrazo!

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