jueves, 24 de agosto de 2006

Por Lachtal y Seckau

Ayer por la zona de Schönberg-Lachtal, digamos que en el centro de Austria (sigue siendo la región de Estiria) y rodeados de montes. No sé ya cómo describirlo: prados con flores de esos a los que uno se tiraría en plancha, montes con abetos apretados y gigantescos, un laguito, el Gell see (hay una web, mala, pero la hay). Sol entre nubes, una temperatura agradable y ahí me las den todas (con un café). Es una naturaleza domeñada, lo que no me apena, más bien al contrario: el que quiera naturaleza pura, tiene todo el Sahara y medio Amazonas a su disposición. Yo me quedo con Adán, que cultivaba el jardín, no con el hombre como un intruso en la naturaleza divinizada de algunos ecologistas.
Al borde del lago había dos barcas sujetas con cuerdas: te subías a una e impulsándote con la cuerda pasabas hasta un caminito entre juncos. Eso hicimos; al volver, dos niños se estaban yendo con ellas al otro lado. El que se llevaba nuestra única esperanza de salvación se distinguía por una camiseta de Ronaldinho (debía de estar de oferta, porque era la de la selección de Brasil; es broma, Monica, no te piques): no miraron para atrás, los c****nes de ellos, pese a su corta edad. Menos mal que un matrimonio joven con un niño vino a rescatarnos: otra prueba de que los austriacos son la caña (salvo algún niño).
De vuelta, pasamos por la Abadía benedictina de Seckau, [nueva pobreza de adjetivos, recurso a la praeteritio]. Ver una abadía románica entre tanto barroco es una alegría. Más todavía aquí, en un edificio masivo, de estilo lombardo de gran pureza [pequeñas dudas sobre una posible restauración purista que dejo de lado: luego veo que sí, que es una reconstrucción, pero dejémoslo correr]. Era como otoniano, de tan puro (aquí un vídeo en mpeg del interior).


En la capilla del Santísimo, moderna, pero muy bien hecha, una reliquia de un hueso de uno de los tres Reyes Magos [risas de los escépticos, yo prefiero pensar que sí que es auténtica]. Había una tumba de caerse de espaldas (veo en la web que es de Carlos II, archiduque de Austria, nada menos). En un lado, lápidas con los escolares de la abadía muertos en la segunda Guerra Mundial; enfrente, una lápida de recuerdo de un monje que murió de hambre en un campo de concentración (otro día hablaré más de ello). Y qué bien allí, entre montes, con un cerveza.

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