De una excursión a Viena, ayer, me quedo con un edificio de Adolf Loos y otro de Otto Wagner.
El edificio de Loos es este:
El edificio de Loos es este:
Y aquí el de Otto Wagner, la caja postal de ahorros:
No sé por qué, pero ayer me eran indiferentes los edificios barrocos, los grandes bloques burgueses, el ayuntamiento neogótico. Los jardines eran bonitos. Nos sentamos en la hierba, al lado del Hofburg, el palacio imperial: una hierba recién cortada, una temperatura agradable, sin tener que cruzarme con Zapatero en Santiago. El edificio de Loos es una bofetada a ese barroco excesivo que le rodea (hay que estar en la plaza para apreciarlo). El de Wagner es en realidad bastante sobrio, aparte de los adornos de la cornisa.
Y el gusto que da estar pontificando a la fresca sobre Viena, mientras los demás encienden y reavivan los fuegos en Galicia.
Der Zeit ihre Kunst, der Kunst ihre Freiheit. No te pierdas a Gustav Klimt que, aunque no es precisamente pío (más bien al contrario), tiene su aquél. Y por supuesto, no dejes de peregrinar al Kunsthistoriches para contemplar la Alegoría de la Pintura de Vermeer (vaut le voyage).
ResponderEliminarY San Esteban y la Cripta de los Capuchinos... (bellísmo proceso de entierro de los emperadores: los porteadores llamando a la puerta recitando todos sus títulos y recibiendo un frío "no lo conozco", y no siendo abiertos hasta que eran identificados como pobres pecadores suplicando misericordia). Y ya de paso, una buena leída a Joseph Roth tampoco viene mal. O una visita al decepcionante Prater, aunque sólo sea en homenaje a Wells (Balloon, mein herr...).
Y una Sachertorte en el Sacher...
¡Qué envidia!