Ante la realidad entera,
siento, de pronto,
el síndrome de Sténdhal.
Esto lo ha escrito Enrique García-Máiquez, a quien se lo robo sin pudor para que adorne mi blog y como recordatorio de que no hace falta irse para ser feliz.
Con todo, el hecho es que este domingo fue glorioso, aquí, en Graz.
Misa de diez en la Catedral: Kyrie, Gloria, Sanctus y Agnus Dei de la Misa Mariazeller de Haydn, con coro y orquesta: brillante, digno, glorioso, devoto, como a otro nivel los cantos de los fieles con el órgano. Y diréis: demasiado culto, sólo amor a la música. Qué va: se rezaba muy bien y la Misa duró exactamente una hora. Qué bonito el canto del salmo responsorial:
Kostet und sehet wie gütig der Herr ist.Saboread y ved qué bueno es el Señor.
Una cosa es oírlo en cualquier misa en España y otra que lo cante un solista del coro y responda toda la iglesia, y con una música preciosa. [Espacio para melancólicas reflexiones y comparaciones / Pero recordar aquí a aquel que mencionaba Flannery que se convirtió al ver que los católicos seguían siéndolo a pesar de los sermones que oían].
Por la tarde, por los montes cercanos, en Almenland (la tierra de las praderas de montaña), al norte de Estiria (Graz es la capital). Y cómo describirlo: recurrir quizá al lugar retórico de la incapacidad de describirlo.
Digámosolo sin retórica: prados verdes, vacas rubias que bajan corriendo por las laderas, jirones de niebla. Un lago. Un santuario de la Virgen (Heilbrunn) y un chocolate en una taberna al lado -hace frío, agradable-. Paisajes verdes, de un verde brillante. Muchas imágenes en los lados de la carretera de montaña: crucifijos, imágenes de la Virgen.
Todo cuidado al detalle. Abetos altos. Hayas.
Genial coincidencia. Un abrazo nostálgico.
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