Releo esta novela de Oliver Goldsmith, de la que tenía buen recuerdo; sí, es una novela muy recomendable; el protagonista es de esos que quedan en el recuerdo, una buena persona (en el mejor sentido de la palabra), frente a un mundo que se ríe de sus principios, básicamente preferir sufrir el mal a hacerlo, viejo tema que ya expone ampliamente Platón.
Ahora no se podría hacer una novela tan optimista, nuestra mirada está oscurecida y nos reímos del candor de los escritores antiguos, pero es la risa del cínico que hay dentro de uno.
Un pasaje curioso para los que nos dedicamos al griego. El hijo del protagonista va a Lovaina, pensando en hacerse profesor de griego. Esto es lo que le contesta el rector:
Joven, fíjese en mí. Nunca he sabido griego y nunca lo he echado de menos. Tengo la toga y el birrete de doctor sin saber griego; y como cuanto me apetece sin necesidad del griego. En resumen, ni sé griego ni creo que sirva para nada el saberlo.
Ya en el colegio la profesora dijo que el decir que la filosofía no es útil era una de las mejores ponderaciones que se le podía hacer. Puesto que lo útil sirve a un fin mayor. Valga para el griego, al menos como respuesta a ese señor.
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