Fui a acompañar a un amigo este fin de semana a una revisión; pasábamos por la autovía León-Burgos y cuando le señalé la silueta del Castillo de Castrojeriz a lo lejos me animó a dar un rodeo. Me faltó tiempo para girar, aunque teníamos prisa.
Una carreterita flanqueada por chopos: Villasandino, el desvío a Castrillo de Murcia, luego Villasilos y al fondo Villaveta (dos iglesias como dos catedrales).
En Castrojeriz recorrimos el pueblo a lo largo: San Juan, la Plaza Mayor. Paramos en donde estuvo Correos: abajo se veía mi casa, muy pequeñita. Todo estaba reducido, como las cabezas de los jíbaros: de pequeño todo eso me parecía muy grande.
La iglesia de Santo Domingo: en un lado el osario al que nos subíamos; creo que lo llamábamos 'la huesera', con toda tranquilidad; convivíamos con la muerte, en un pueblo envejecido.
La calle que baja hasta la Colegiata. Una señora me reconoció (a pesar de la barba): "tú eres el hijo de don Ángel". Me habló de que iba de paseo con mi madre cuando éramos pequeños. A un lado, el campo donde buscábamos fragmentos de cerámica ibérica y romana (la hermosa terra sigillata) después de que hubiera removido la tierra el arado.
En la Colegiata está ahora el Museo. Vimos la imagen de la Virgen del Manzano, rodeada de flores porque había sido su fiesta. Entre lo que vi, este cuadro que mi padre nos explicaba de pequeños:
Está todo contento el personaje de arriba y no ve que la muerte está cortando el árbol. Jesús toca la campana a ruegos de su madre para avisarle. De cada personaje sale un texto alusivo a lo que están haciendo.
Mañana, la visita a las Clarisas.
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