Estamos viendo los viernes unos reportajes de sir David Attenborough (todo un personaje) sobre los mamíferos. Realmente es prodigioso el mundo animal, aunque yo sigo sin aclararme bien de si sigo siendo un lamarckiano primitivista o ya estoy empezando a captar la teoría de la evolución. A veces creo que sí, que ya lo entiendo, con la inestimable ayuda de las explicaciones de Antón y Toñín, cuando les pregunto si los pájaros tienen pico para poder tomar el polen o les salió el pico porque no podían alcanzarlo y me lo explican (o lo intentan).
Por ahora me conformo con disfrutar de las imágenes (esta semana: los roedores).
A la vez, disfruto con pasajes como este del gran fray Luis, con su elaboración sobre la escala del mundo animal (y sobre la diferente grandeza de alma entre los hombres):
De manera que, cual es la hechura y compostura y habilidad de los cuerpos, tal es la fuerza y poderío natural para ellos del alma, y según lo que en cada cuerpo y por el cuerpo puede ser hecho, así cría Dios hecha y trazada y ajustada cada alma. Que estaría como violentada si fuese al revés. Y si tuviese más virtud de informar y dar ser de lo que el cuerpo, según su disposición, sufre ser informado, no sería nudo natural y suave el del alma y del cuerpo, ni sería su casa del alma la carne fabricada por Dios para su perfección y descanso, sino cárcel para tormento y mazmorra. Y como el artífice que encierra en oro alguna piedra preciosa la conforma a su engaste, así Dios labra las ánimas y los cuerpos de manera que sean conformes, y no encierra ni engasta ni enlaza en un cuerpo duro, y que no puede ser reducido a alguna obra, un alma muy virtuosa y muy eficaz para ella, sino, pues los casa, aparéalos, y pues quiere que vivan juntos, ordena cómo vivan en paz. Y como vemos en la lista de todo lo que tiene sentido, y en todos sus grados, que, según la dureza mayor o menor de la materia que los compone, y según que está organizada y como amasada mejor, así tienen unos animales naturalmente ánima de más alto y perfecto sentido (que de suyo y en sí misma la ánima de la concha es más torpe que la del pez, y el ánima de las aves es de más sentido que las de los que viven en el agua; y, en la tierra, la de las culebras es superior al gusano, y la del perro a los topos, y la de los caballos al buey, y la de los simios a todos), y pues vemos en una especie de cuerpos humanos tantas y tan notables diferencias de humores, de complexiones, de hechuras, que, con ser de una especie todos, no parecen ser de una masa, justamente diremos, y será muy conforme a razón, que sus almas, por aquella parte que mira a los cuerpos, están hechas en diferencias diversas, y que son de un grado en espíritu, y más o menos perfectas en razón de ser formas.
Fray Luis de León, De los Nombres de Cristo, (Cordero) [de la edición de Cristóbal Cuevas, Cátedra, Madrid, 1977, p. 579-80]. El texto en internet lo tenéis aquí.
¿Es el libro completo?
ResponderEliminar