Para que el fuego ponga en el madero su fuego; esto es, para que del madero nazca fuego encendido se avecina primero el fuego al madero y con la vecindad se le hace semejante en las cualidades que recibe en sí de sequedad y calor, y crece en esta semejanza hasta llegarla a su punto, y luego se lanza en él, y le da forma.
San Juan de la Cruz, Noche oscura:
Porque el fuego material, en aplicándose al madero, lo primero que hace es comenzarle a secar echándole la humedad fuera y haciéndole llorar el agua que en sí tiene; luego le va poniendo negro, oscuro y feo y echando fuera todos los accidentes feos y oscuros, que tiene, contrarios al fuego; y finalmente comenzándole a inflamar por fuera y calentarle, viene a transformarle en sí y ponerle hermoso como el mismo fuego.
Y comenta José Jiménez Lozano en su semblanza de fray Luis (de él tomo todos los textos, p. 120-121):
Y, como en un Caravaggio, un De la Tour, un Honsthorst, cuyas figuras son iluminadas por un fuego, desnudan su alma el uno y el otro, fray Luis y Juan de la Cruz, y nos ofrecen sus adentros. Se trata verdaderamente, en esas líneas que escribieron, de dos magníficos autorretratos: de hombre de escuela y platónico fray Luis, aristotélico y materialista Juan de Yepes; pero, filosofías y talantes aparte, vemos aquel fuego con los ojos diversos de uno y otro; como niño puesto ante él en una sillita, o luego en su sillón frailero, mientras lee o escribe en el caso de fray Luis; y viendo a Juan de la Cruz como muchachuelo que incluso lucha por encender maderos húmedos o aún algo verdes -los que podían allegarse a la casa-, y maravillado luego por su transformación en luz incandescente, tanto consuelo contra el frío, y luz del alma.
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