Llegué aquí hace cinco años. Diez horas desde Ciudad Real, la última entre Orense y Santiago: lluvia, barro y cansancio. Entrada por la Plaza de Galicia. Dejé las cosas y me dirigí al casco antiguo: emoción de ver por primera vez las calles estrechas y las piedras oscuras. Un enamoramiento con Santiago que duró varios años y ahora es un cierto acostumbramiento, aunque sigue habiendo amor. La Catedral: la emoción de una Catedral románica, rezar ante la tumba de Santiago. La tremenda sorpresa del Pórtico de la Gloria.
No hay comentarios:
Publicar un comentario