miércoles, 24 de noviembre de 2004

Un domingo completo III

Salgo para La Coruña, donde he quedado con unos conocidos. La semana pasada había encontrado en su biblioteca las Cartas de Tolkien y esta volví a tentar la suerte, con tanta fortuna que encontré un tomo de Diarios de José Jiménez Lozano que no conocía (La luz de una candela) y un libro de Steven Saylor (Asesinato en la vía Apia) que me habían recomendado en uno de los comentarios al blog. Tamaño botín me plantea problemas: ¿por dónde empiezo a leer? ¿dejo aparcado un tiempo a Tolkien (por quien aparqué la segunda lectura de las cartas de Flannery O’Connor), además de Cortafuegos de Mankell, Mansfield Park de Jean Austen (también relectura), la edición de los cuentos de Chejov de Alba, la lectura de los cuentos de Flannery en versión original -por cierto, genial y tremendo Good Country People-? Aparte de eso Jesús me había prometido que me iba a conseguir el primer libro de Batya Gur (cuando escribo esto, domingo a última hora, me lo acaba de traer). ¿Qué hago? ¿Sigo con varios libros a la vez? Sí, como siempre, pero me parece que en el primer puesto se va a colocar Batya Gur (os mantendré informados: nota del miércoles: así ha sido).
La comida estuvo a la altura de la fiesta y también la sobremesa.
No quería volverme a Santiago directamente; había pensado en pasar por una especie de parque temático que vi una vez de paso en Betanzos; lo hicieron a principios del siglo XX dos emigrantes que se habían hecho ricos en América y es una cosa delirante pero muy graciosa (a ver si consigo alguna foto). Ese era mi proyecto para la mañana, que quedó abortado por la pereza. También esta vez quedó relegado por una visita a la torre de Hércules. Yendo allí volví a comprobar que La Coruña es una ciudad-ciudad (me sentía un poco acomplejado viniendo de Santiago), en un emplazamiento único y llena de edificios horribles. Hay cosas que están bien, pero esta ciudad no la salva más que un terremoto que respete el cinco por ciento de sus edificios (y me quedo largo). La torre de Hércules es bonita, aunque del faro romano queda poco. Al lado había una zona de deportes y en atención a los lectores de este blog fui para allí, donde estaba la vida, provisto de mi cámara. Había varios partidos de fútbol a la vez (y en una esquina unas chicas practicando lanzamientos de béisbol) y el más atractivo desde el punto de vista periodístico era uno con niños de unos diez-doce años; me acerqué a los padres que estaban animando y me puse al lado de unos que resultaron ser argentinos (sí, me acordé de los varios blogs de allí); lo descubrí por varios indicios: llevaban (o yebaban) un termo y mate y hablaban con acento argentino. Hablaban discretamente, aunque con cara de circunstancias, porque sus criaturas iban perdiendo cuatro-cero, así que busqué la noticia en el grupo de al lado, unas madres coruñesas que animaban a sus hijos a gritos. Decían: Mauro, tira y yo pensaba que su hijo se llamaba Mauro, pero en realidad se sabían los nombres de todos los jugadores (me sentí decepcionado, porque yo buscaba el detalle humano, la eucatástrofe a pesar del resultado adverso). Un jugador del equipo contrario se quejó de una falta y una madre dijo (no son palabras textuales): van ganando y todavía se quejan. Otra achacaba el resultado a una conjunción adversa de los hados (no lo dijo exactamente así) y otra se quejaba del árbitro. Fue un rato muy entretenido. Yo no me atrevía a hacer una foto, pero al final la hice desde el otro extremo del campo. Aquí está:
foto


Los argentinos son los de azul y los curuñeses de toda la vida son los de al lado. Me imaginé una novela con los argentinos, que pasan el domingo por la tarde en su nueva vida en España y que acompañan a su hijo que está haciendo una nueva vida aquí para ayudarle a encontrar amigos, lejos de los amigos que tenía antes. El océano de por medio al lado del faro que marca uno de los extremos de Europa, como los puertos del Oeste de El Señor de los Anillos.

2 comentarios:

  1. ¡Cuantos recuerdos!
    Yo hasta febrero de este año era un argentino como esos que viste en Coruña, afortunadamente tomamos los barcos a tiempo y estamos entre los Ainur (la familia).
    Es muy duro el desarraigo y ver a esa gente tratando de "crear" un nuevo futuro para sus hijos me lo recuerda con fuerza.

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  2. Y dale con "lo prometo"...

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