martes, 23 de noviembre de 2004

Un domingo completo II

A las once y media misa. Lectura sobre David aclamado como rey: no me cayó nunca muy bien, pero al fin y al cabo es figura de Cristo, y sus oraciones a Dios son conmovedoras: más le valía después de matar a Urías el hitita sin que le importase nada, pero bueno, mejor no criticarle, que si no me juzgarán con esa vara y no sé si saldría muy bien parado, salvo en que no he matado a nadie, lo prometo.
El evangelio es anticlimático: para la fiesta de Cristo Rey eligieron el momento ridículo de un condenado a muerte al que otro condenado le pide, cuando están los dos en las últimas, que le lleve a su Reino.
Me acordé, claro, de lo que he leído en las cartas de Tolkien sobre la eucatástrofe, que desarrolla tan bien en un ensayo sobre la subcreación: en la literatura se crean mitos, pero el mayor mito es el de la Cruz, con el añadido (no menor) de que éste es real; lo que parece que va a acabar en la peor de las desgracias se convierte en el mejor final feliz posible: eso es la eucatástrofe.
En las Cartas (n. 89, p. 121-2) explica cuándo se le ocurrió la idea: en una homilía habían contado el caso de un niño que fue a Lourdes a curarse de una peritonitis tuberculosa pero que no se había curado. Al pasar en el tren por delante de la gruta el niño quiso hablar con una niña que sí se había curado; después le entraron ganas de comer y “le dieron pastel y dos cuencos de chocolate y enormes sandwiches de carne aderezada ¡y el se lo comió todo!” (a Tolkien le recuerda la resurreción de la hija de Jairo: nada más curarla, Jesús dice que le den de comer; también cuenta otro milagro de un capuchino que se cura después de años sin poder hacerlo y ese día come el doble y sólo tiene una indigestión). Y explica Tolkien
Pero la historia del niño (que es un hecho del que existen plenos testimonios, por supuesto) con su final aparentemente triste y su inesperado final feliz, me conmovió profundamente y senti la particular emoción que todos sentimos, aunque no a menudo”.
De ahí salió la teoría de la eucatástrofe, que es
Un súbito atisbo de la Verdad; la entera naturaleza de uno adherida a la cadena material de causa y efecto -la cadena de la muerte- siente un súbito alivio como si un miembro fundamental dislocado hubiera vuelto de pronto a su lugar. Percibe que así es como las cosas realmente funcionan en el Gran Mundo para el cual está hecha nuestra naturaleza. La resurrección es la mayor Eucatástrofe posible en el mayor Cuento de hadas, y produce esa emoción esencial: la alegría cristiana que produce lágrimas porque es cuantivamente equivalente al dolor, porque proviene de los lugares donde la Alegría y el dolor son lo mismo, reconciliados al perderse en el Amor el egoísmo y el altruismo. Por supuesto, no quiero decir que los Evangelios cuentan lo que es sólo un cuento de hadas; pero sí quiero decir decididamente que cuentan un cuento de hadas: el mayor de ellos”.

1 comentario:

  1. Sr. filólogo: no diga "lo prometo" refiriéndose al pasado.Las promesas sólo admiten el futuro.

    Por lo demás, enhorabuena por el blog, es muy bueno.

    Inquisitor.

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