martes, 28 de septiembre de 2004

Laísmos

No me había dado cuenta, pero me lo hizo ver Antón: en Un ramito de violetas, Cecilia encadenaba un montón de laísmos:

Desde hace ya más de tres años
recibe cartas de un extraño,
cartas llenas de poesía,
que la han devuelto la alegría.

Quién la escribía versos
dime quién era.
Quién la mandaba flores por primavera.
Quién cada nueve de noviembre,
como siempre sin tarjeta,
la mandaba un ramito de violetas.

Es una canción que me gusta mucho; siempre la asocio al día que me enteré de que se había muerto en un accidente de tráfico. Yo tenía nueve años. Entonces éramos, como buenos castellanos, gozosamente laístas (Y Carlos la dice a María...). Luego aprendí que éramos laístas y leístas (Dame el pastel, que me le des) sin saberlo y me lancé a ser académicamente correcto. Más tarde descubrí un libro de Santiago de los Mozos, La norma castellana del español, con una justificación del lenguaje de Castilla. Esto sorprende mucho a los no castellanos, porque siempre han oído que en donde mejor se habla español es en Castilla, pero no se dan cuenta de que eso se refiere sólo a la pronunciación, que tan dura le suena a los de América del Sur. El castellano de Castilla tiene sus peculiaridades, como las tiene el de Murcia, el de Galicia o el de Cataluña.
Cuando leí después a los autores del XIX español descubrí que entonces eran todos por lo menos leístas.
La pregunta es: ¿cuándo la Real Academia impuso el uso periférico de le/la/lo en detrimento del uso castellano (y bastante general)? Me temo que debió de ser alguna mente cuadriculada.

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