Nos dio por leer a Agatha Christie cuando dejaron de interesarnos Los Cinco, los Siete Secretos o Los tres investigadores (mucho antes nos habíamos hartado de Los Hollister).
Cuando conseguíamos uno nuevo había una pelea fraternal (entre mis hermanas y yo, nada fraternal) por ver quién lo leía primero. Eso se convertía en un arma: si no haces no sé qué, te digo quién es el asesino. Me parece que fue con Diez Negritos cuando me lo leí casi todo en el cuarto de baño, cerrado con la tranca.
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