De En la belleza ajena, Pre-textos, Valencia, 2004, p. 61:
Frente al mundo se pueden tomar dos actitudes: uno puede declararse a favor de los silenciosos escépticos y cínicos, que, alegremente, se dedican a desdeñar los fenómenos de la vida y gustan de reducirla a sus ingredientes más menudos, evidentes y aun banales. O bien -segunda opción- puede aceptarse la posibilidad de que las cosas grandes e invisibles existen de verdad, y, sin caer en la exaltación vana ni en la retórica insufrible de los predicadores ambulantes, intentan expresarlas o, al menos, rendirles homenaje, lo que, por lo demás, no significa en absoluto que entonces vaya uno a cerrar los ojos a todo lo pequeño y bajo.
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