Ahora mismo Antón estará en París, Jaime acercándose a la Meseta y yo sigo aquí, a la espera de marchar para Bilbao. A Jaime le llevé a Vigo: al pasar por Pontevedra cheiraba la Papelera, pero en el puente de Rande ya se olía el mar. Yo siempre me acuerdo de El Señor de los anillos y de esa nostalgia del mar que tienen los elfos; para alguien de la Meseta el mar es sobre todo una amenaza, algo que sorprende cuando lo ves pero que no da buenas sensaciones (en eso somos como los hobbits): bonito, pero mejor tenerlo lejos; es mucho mejor el mar de trigo, en el que sólo te hundes un poco.
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