jueves, 20 de noviembre de 2025

El show de Truman

Volvimos a ver El show de Truman. Continúa fresca la película, treinta años después. Como metáfora, sigue funcionando, y para hacerte caer en paranoias narcisistas, también.

Es muy interesante como explicación de qué es la exposición televisiva. También de qué es una sociedad volcada en la representación mediática. Lo pensé el día de la comparecencia del presidente del Gobierno en el Senado: todo lo hacía de cara a la imagen, la verdad no le importaba en absoluto. Mientras no se les hunda el chiringuito, así seguirán, haciendo como que la cosa funciona, e incluso esperando que les aplaudamos.

Se me pasó por la cabeza una interpretación que no me gusta por lo que supone: considerar que Truman es el único que vive "auténticamente", frente a todos los demás. En realidad, hacer que todo gire en torno a la palabra "auténtico" es lo que me fastidia, cada vez más. De hecho, he pensado también que Truman lo quiere es ir a un sitio verdadero, no ser auténtico. Y lo que le guía es el amor, como buen platónico.

Los últimos siete minutos de la película son excelentes. Yo, si fuera profesor de filosofía, lo pondría como ejercicio práctico para discutir qué hay de platónico ahí y qué no:
 

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