Resulta que el libro lo teníamos en casa, así que ha sido el segundo que he releído, después de Orgullo y prejuicio. Siendo interesante y lleno de frases ingeniosas, de esas que se podrían citar, y una buena caracterización de personajes, me ha parecido mucho más flojo.
Tiene dos partes: la vida de sociedad en Bath en torno al balneario, donde la protagonista conoce a los Thorpe y a los Tilney y lo que esas familias tienen de valioso y de criticable, en un desarrollo narrativo que tiende a lo repetitivo y que acaba haciendo que esa parte sea algo aburrida, y luego la estancia en lo que había sido Abadía de Northanger, ahora una casa de campo que la protagonista quiere ver con los ojos de lo que se imagina que fue, sobre todo por la mala influencia de la lectura de las obras de Ann Radcliffe, especialmente Los misterios de Udolfo, que parece que fue uno de los paradigmas de la novela gótica, llena de escenas emocionantes, grutas, pasadizos, episodios terroríficos y episodios más o menos sobrenaturales.
La clave de la novela está en cómo la protagonista va desechando esas influencias hasta llegar al final feliz deseable, realista y lleno de sentido común. Aquí hay piedad por una heroína con defectos de imaginación acusados, quijotesca a lo gótico, pero con virtudes sobre todo de sinceridad y buen natural que la llevan a ver a los demás desde la óptica más favorable.
Es llamativo el comentario de que la Inglaterra de la autora (de la que explícitamente excluye a Escocia y Gales) es el espacio del buen sentido, de la civilización lograda, frente a los escenarios de la novela gótica: los Alpes y los Pirineos, Francia, Italia y Suiza, dominios del desorden potencial. No dice nada del resto del mundo, pero nos podemos imaginar cómo lo ve.

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