He terminado de releer la trilogía de Espada de honor con Rendición incondicional. Ha sido una experiencia iluminadora. Creo que sigo teniendo Retorno a Brideshead como la mejor novela de Waugh, porque tiene algo más, a pesar de lo que Waugh consideró luego unos ciertos excesos dramáticos, pero esta trilogía es la gran obra de su madurez de novelista, sin concesiones, con un estilo sobrio, elíptico, desplegando allí la pequeña verdad a la que llegó en su recorrido vital. Es una gran novela biográfica y una gran novela política, la mejor que he leído sobre la Segunda Guerra Mundial.
El comentario introductorio de Carlos Villar, que leí al final, como hice con los otros dos volúmenes, es si cabe mejor que los anteriores. Culmina el comentario detallado de una obra ambiciosa y que creo que es ahora cuando he podido valorar de verdad, cuando estoy ya un poco de vuelta de tantas ilusiones políticas. Esta trilogía es la visión de Waugh, a partir de su experiencia en la Segunda Guerra Mundial, de la situación del mundo, pero más, del mal en el mundo y del bien que nos es posible hacer. Comprenderéis que me haya interesado tanto, cuando reproducimos en cierto modo algo así, aunque a otra escala: enarbolar un vago "antifascismo" que une a "moderados" (o tontos útiles) con marxistas más o menos confesos en aplastar la libertad de la gente normal.
Es como una revisión de Retorno a Brideshead y en realidad de toda la obra de Waugh. En el centro está también la acción de la gracia en un grupo de personajes: ahí destacan Virginia y sobre todo el protagonista, Guy Crouchback. Su padre es la referencia moral y religiosa.
Hay una crítica directa de la política de Gran Bretaña en su relación con la URSS: vencieron a un monstruo, Alemania, pero a costa de que otro monstruo, la URSS, se apoderara de todo el centro de Europa y lo tuviera esclavizado durante decenios. La descripción en esta novela de lo que ocurre en Yugoslavia es muy dolorosa. También lo es el explicar el modo en que el comunismo se estaba metiendo en las élites frívolas de Gran Bretaña. Winston Churchill no queda nada bien, sin que se le mencione casi. La espada de honor que Gran Bretaña da a los "defensores de Stalingrado" es un baldón que representa mucho de lo que ocurrió en la Guerra Fría.
Qué queda: hacer uno el bien que pueda, a la escala que pueda. Parece poco, pero es mucho.

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